La radio del Abuelo Ricardo


obra pictórica del artista Pablo Iván Ríos
Pablo Iván Ríos expone en la Capital Federal sus personajes y ...


Murió el abuelo- dijo Lautaro, compungido. Rosalía le dio un beso al pasar, traía una bolsa del supermercado que dejo sobre la mesa de la cocina.
-          ¿pero cómo?,¡ estuvimos con él  La semana pasada¡ el viejo estaba lo más bien¡ ¿No te puedo creer¡ – dijo Rosalía con asombro mientras se tapaba la boca con una mano.
-          Me avisó el puestero. El abuelo le había avisado que lo pasara a buscar temprano, lo tenía que llevar al pueblo a buscar veneno para las hormigas y de paso se quedaba a visitar al tío Salomón… Dice que estaba sentado en la reposera del patio y con la radio a todo volumen escuchando música de iglesia.
-          ¿A qué hora pasó? ¿Hace mucho sucedió?
-          No, a las ocho, ni bien vos saliste con la camioneta al pueblo hoy a la mañana. Todavía estaba tibio el viejo, según me dijo Braulio. ¡Qué lo tiró de las patas¡¡ cómo queremos a ese viejito lindo¡. Al parecer pasó para el otro lado en paz y sin sufrir.
-          Es lo menos que se merecía ese santo. ¿Vamos ya?. Yo ya estoy cambiada – expresó Rosalía, imperativamente. Se veía perturbada. Unas lágrimas asomaron en sus ojos celestes, que  con el dorso de la mano se las quitaba rápidamente mientras guardaba la mercadería en la alacena
-          Sí, por supuesto. Somos sus únicos parientes vivos que estamos cerca. Agarro los documentos y salimos.
-          Igual hay que avisarle a Tito, me parece. Está lejos pero tenemos que avisarle.
-          Sí. Pero esperá que lleguemos y arreglemos el entierro del abuelo, igual es imposible que llegue a tiempo. Desde Japón hay dos días de viaje.
-          Avisémosle lo antes posible, Lautaro, vos sabes cómo quiere Tito al abuelo Ricardo, él  fue su mentor,  quien lo alentó a estudiar física con insistencia desde muy niño; y mirá los resultados
-          Tenés razón.  Ahora Vamos a ir por el camino de adentro que es más cerca. En una hora estamos en su campo. Lo llamamos desde ahí.
Lautaro se acercó a Rosalía y le dio un cálido abrazo mientras cerraba los ojos emocionado. La cabeza de ella, de cabellos blancos y largos hasta sus homóplatos se acurrucó en el pecho enorme de Lautaro, que le llevaba más de una cabeza de tan alto que era. La mano grande de Lautaro le daba leves palmadas en la espalda de Rosalía, con profundo amor.
Fueron en silencio todo el camino. Cada uno recordando distintos momentos que pasaron junto al abuelo Ricardo, un gaucho. "Hombre de tierra adentro y de mente afuera", como él mismo decía.  A medida que se acercaban a la casa y ya en el sendero arbolado de entrada al campo “9 de julio”, bautizado así por el abuelo de Ricardo poco después de finalizada la batalla de Pavón,   desde lejos vieron las figuras que estaban en la galería. El abuelo Ricardo, en la mecedora; Braulio sentado en los escalones de la entrada, cabeza gacha y su chambergo en las manos. La estampa de los dos Parecía una fotografía de amigos conversando. Los dos quietos, Uno por la muerte y el otro por el dolor.
Cuando Lautaro apago el motor de la camioneta a pocos metros, recién ahí Braulio levantó la cabeza. Se irguió despacio, como en cámara lenta. Se acercó a Lautaro y le dijo compungido: - Lo siento mucho Don Lautaro, murió un buen hombre. Un hombre de ley, un hombre sabio,  su abuelo - mientras le estrecho la mano y con la otra le daba unas palmadas en el hombro. – ¡Doña Rosalía¡ – dijo mientras le tendió delicadamente la mano; Luego dio dos pasos hacia atrás y agachando la cabeza indicó con su brazo  hacia donde estaba el abuelo Ricardo.
Lautaro y Rosalía se acercaron juntos de la mano – ¡Viejito¡ – Dijo  Lautaro- . Le acarició la mano a don Ricardo, que tiesa, reposaba en el apoya brazo de la mecedora, mientras Rosalía se persignaba con los ojos cerrados
-          ¿Llamaste al Doctor, Braulio? Preguntó Lautaro con tristeza sin dejar de mirar al abuelo y acariciar su hombro.
-          ¡Sí Don Lautaro¡, al Doctor y a la policía, ¿vio? Así se hace en estos casos
-          ¿está prendida la radio de la cocina?-  Preguntó Rosalía
-          Así anda esa radio, Doña Rosalía, se apaga y se prende cuando quiere, el único que la hacía funcionar bien era Don Ricardo, ¡¡parecía que hablaban, mire¡¡. Lo curioso es lo que me pasó hace un rato;   apenas colgué el teléfono avisando el deceso al Doctor, porque primero llamé al  Doctor, ¿vio?,  me pareció escuchar de la radio,  cuando salía "pa´fuera", la noticia de la muerte de Don Ricardo. ¡no puede ser, si apenitas le avisé al doctor y al comisario, me dije. Por ahí escuché mal, ¿vio? Uno queda sugestionado cuando ve la muerte... ¿ve?  ¡Ahí se apagó de nuevo¡ pa´ mí que debe tener algún cable suelto ese aparato, o está engualichada.
-          Ahora se apagó - dijo en voz bajo Rosalía.
-          Llamemos a Tito, Rosalía. Vamos adentro.

                                                   ......

-          Hola ¿Albertito? ¡Hijo¡ cómo estás ¿me escuchás bien?

-          Hola grandote, te escucho perfectamente, ¡no grites tanto, papá¡ ¿cómo estás vos¡?

-          Bien hijo, bien, acá estoy con tu madre, en la casa del abuelo… tengo que comunicarte algo triste…

-          ¿Ricardo?... Cómo está… ¿Qué pasó papá¡

-          Falleció esta mañana, en paz, sentada en su reposera…

-          Lo siento mucho papá, lo siento mucho. Nos veremos allí, decile a mamá que el martes próximo estaré allí con ustedes, todos juntos… El abuelo Ricardo…qué pena…

-          Te paso con tu madre, Tito - dijo Lautaro aguantando el sollozo. -  Rosalía,  hablále a tu hijo - Te dejo con tu madre hijo, yo me voy con el Braulio a los corrales.

-          Sí, si¡¡ andá Lautaro, andá¡ Hola hijo¡-  saludó emocionada Rosalía¡

Rosalía vio alejarse hasta el corral a su esposo y a Braulio por la ventana mientras hablaba. Ella se despidió con un” hasta prontito” de su hijo Tito. La radio comenzó a funcionar sola nuevamente, transmitía el chamamé “kilómetro once”.Colgó el teléfono y se dirigió a la cocina. Cuando entró, la radio emitió:

“y con este hermoso Chamamé nos despedimos de Don Ricardo Rosamonte, nuestro querido vecino de la estancia “9 de julio” que esta mañana dejó su  mundo, para estar seguramente con sus seres queridos, en el confín de universo, en algún lugar del cielo. Nuestro más sentido pésame a su nieto Braulio Rosamonte y su esposa, la querida maestra rural Rosalía O´Donell, que seguramente se habrán comunicado con su hijo, el brillante y prestigioso Doctor en Física Alberto Rosamonte, orgullo de nuestro pueblo, quien en estos momentos de luto y hondo pesar de sus padres, se encuentra muy lejos, en tierras del Japón llevando adelante la construcción de una importantísima y vital herramienta que será instalada en la mismísima nave que pronto partirá al planeta Marte; y que en unos días estará, con nosotros, en su entrañable Villa Anderson”

¡No puede ser , esto no es real¡ – dijo Rosalía quien salió  de la casa casi corriendo con el corazón en la boca. En el porche, quedo parada al lado del difunto tratando de tomar aire, sentía un vacío en su estómago.  La radio comenzó a transmitir música litúrgica, un réquiem. Ella miró a Ricardo – ¿qué significa esto? –  se preguntó mirando al muerto.  Un súbito soplo de viento fresco movió la larga barba encanecida del abuelo y le quitó la boina bataraza que todavía tenía puesta.  Ella intento recogerla del suelo, pero un nuevo soplo la llevo cerca de la ventana de la cocina donde la pudo agarrar. – La boina del abuelo - dijo en voz bajo, Rosalía…

“Tienda de indumentaria gaucha “Libertad”, donde se visten los gauchos de verdad”: Boinas, bombachas, chalecos, alpargatas, camisas de trabajo y para fiestas. ¡Todo para el hombre rural¡ Te esperamos esta semana para el sorteo tenemos grandes regalos y sorpresas¡  “Tienda Libertad” te viste de patria¡…¡ y no te olvides¡  El numerito de  Don Ricardo esta debajo del jarrón azul de la mesa ratona¡”

Rosalía apoyó la espalda en la pared de la casa, mirando de reojo hacia la ventana de la cocina de donde salió el sonido de la radio. Miró hacia donde estaba Lautaro y Braulio conversando, y salió con paso rápido hacia ellos, con la boina de Ricardo apretada entre sus manos. – ¿Estoy delirando- se preguntó?. Allá viene el Doctor y la ambulancia…le gritó a Braulio-  ¡¡ay Dios mío¡¡- suspiró.

                                                                       ………..  

Cuando la ambulancia de la morgue se llevó el cuerpo del abuelo Ricardo, Lautaro y Braulio se quedaron conversando con el Doctor Azcurra y el Comisario Arredo, sentados todo en la mesa del comedor, ambos eran muy amigos del Abuelo Ricardo . Rosalía en la cocina, preparando el mate. Llenó la pava de agua, encendió la hornalla y la puso al fuego. La radio estaba encendida con el volumen bajo. - ¿Dónde habrá guardado la yerba el abuelo?- Dijo susurrando –

¿Estás buscando una buena yerba? No lo dudes “yerba Tesorito”, la mejor calidad y el mejor precio, siempre lista para preparar unos buenos mates para compartir con amigos¡ la  encontrarás en la puerta del costado izquierdo de la alacena al lado del tarro  de lata de los bizcochitos “Doraditos” los mejores bizcochitos con grasa del país, ricos, sabrosos, tostaditos”

-          ¡ay mi Dios¡-  gritó Rosalía – Al retroceder se tropezó con la mesa,  volcó una silla  y un vaso con agua que se hizo añicos contra el suelo.

¡ Tranquila Rosalía¡ Te esperamos en la gran feria del domingo¡ allí podrás comprar los mejores  alfajores de dulce de leche, “el paisanito” los preferidos de los niños¡¡ y de tu hijo quien llegará seguramente el martes¡¡ no te olvides¡ “Alfajores el Paisanito” “los preferidos de Tito”

Rosalía levantó la silla caída y se sentó temblando en ella, miraba fijo a la radio que comenzó a transmitir música sacra, - ¿Cómo podría saber ese aparato el gusto por los alfajores de esa marca de mi hijo?-  En ese preciso instante entró Braulio en la cocina.

-          ¿Estás bien Rosalía? – escuché que gritaste y un ruido fuerte… - detrás de él asomó la cabeza del comisario -.
-          Es que, es… que….- Mientras ella intentaba explicar lo sucedido la radio se apagó. – Nada Braulio, Comisario… se me cayó la silla al suelo. Vayan, vayan, estoy bien.  Ya llevo el mate, estoy bien, “estoy buscando el azúcar”, dijo con énfasis – la radio continuó en silencio.
-          Te esperamos – dijo Braulio, mirando con el entrecejo fruncido hacia la radio, retirándose de la cocina.
La yerba estaba donde la radio le había indicado. Al lado de la lata de bizcochitos. Ella se puso a preparar el mate mientras miraba de reojo a la radio. Era del tipo “capilla” que pese a su antigüedad estaba en perfectas condiciones
-          El azúcar, ¿dónde está el azúcar? – dijo Rosalía a propósito, en voz alta. Volvió a mirar a la radio con el rabillo del ojo mientras preguntaba. Una luz tenue se encendió dentro  provocando un leve reflejo sobre la tela que cubría la zona del parlante

“Para endulzar tu vida¡ “Azúcar Lavardén”, blanca, pura dulce, nutritiva¡¡ azúcar Lavardén¡ siempre a  mano, en el azucarero azul que está en la repisa al lado de las tacitas de café¡” Pero te sugiero que vos no la consumas o  tendrás problemas con la diabetes”

-          Esto es increíble – susurro perpleja – es cierto, tengo el azúcar elevada…esa radio se enciendo solo conmigo.¡ Increíble¡

¿Increíble? ¿Usted dice increíble? ¡increíbles son las  ofertas del  “Mercadito Lindor”¡¡Las mejores carnes, la mejor verdura¡¡ Mercadito Lindor, que abastecía el abuelo Ricardo¡ Mercadito Lindor: le debe a Don Ricardo  diez mil pesos  de la venta de tres novillos¡ La mejor carne de novillo ¡ Mercadito Lindor¡ Chorizos especiales, achuras¡ abierto todos los días¡

-          ¿Quién sos? ¿qué sos? -  la radio otra vez en silencio.

                                                              ……….

-          Bueno, Lautaro, Rosalía, a disposición, me voy al consultorio, rico los mates y los bizcochitos – dijo el doctor - cualquier cosa que necesites me llamás ¿eh?  Doña Rosalía, usted también ¿sabe? Llámeme. Oiga, Está pálida Usted, ¿se siente bien?
-          El Doctor tiene razón – dijo el comisario – No se la ve bien Doña Rosalía.
-          Estoy un poco nerviosa por lo sucedido, nada más. La muerte del abuelo me afecto más de la cuenta, me parece…
-          Vaya y recuéstese un rato en el sillón,  si sigue así llámeme – insistió el Doctor
-           Yo también me retiro – dijo el comisario – y Braulio, sé fuerte, Lautaro necesitará de vos para cuidar el ganado de Don Ricardo, andan cuatrereando por la zona y esos malandras se ponen alerta cuando ven que nadie cuida. ¿viste algo por esta zona, Braulio?- pregunto inquisitivo el Comisario -
-          Por ahora nada,  pero si veo algo primero le aviso a mi escopeta ¿vio? – le dijo haciéndole un guiño con el ojo -  Descuide comisario, ahora le aviso a mis sobrinos que se vengan. Quiero estar en el velorio,  ¿sabe?, Don Ricardo era un padre para mí. Y ahora mismito me voy hasta “las casas” a avisarle a la Gringa, que no sabe nada todavía. ¡Mi gringuita¡, siempre le freía pastelitos al abuelo… “la pucha que estoy flojo-  dijo Braulio lloriqueando – con el permiso de ustedes.
-          Andá, Braulio, andá nomás – Dijo el comisario visiblemente emocionado
-           
-           
-                                                ………………………………………

-           
-          ¡Esperá Lautaro, esperá¡ vuelvo a la casa, me olvide la cartera.
-           quedate acá, voy yo, mujer.
-          No, no, quedate en la camioneta, vuelvo enseguida que además tengo que ir al baño…
-          Dale... andá te espero acá, tomá las llaves.
Rosalía se dirigió a la cocina donde había dejada a propósito la cartera; miró la radio y dijo – Cuatreros –

“Ultimas noticias, La policía está buscando intensamente a una banda de cuatreros y ladrones que están azotando la zona de Villa Anderson. Pero Usted vaya tranquila a despedir a Don Ricardo en: “Sala Velatoria Bernardez”, el más serio servicio de sepelios dela zona,  con su remozada flota de transporte y las ofrendas florales mejor logradas. Velorio Bernardez, desde mil ochocientos setenta te acompaña al camposanto”
                                                                
                                                                        . . .

-          Listo, vamos.
-          ¿Cerraste bien con llave?
-          Si y de paso dejé todas las luces encendidas.
-          ¿Cuál sala velatoria era? Tendría que habértelo dicho, Rosalía… Hay tres en la ciudad… no me acuerdo…
-          Bernardez, la que está cerca de la plaza, a media cuadra de la Iglesia. La que compró los coches nuevos
-          ¡eh¡ ¿te lo había dicho? ¿coches nuevos?
-          Sí, quedate tranquilo. Lo escuché en la radio

                                       ………………………………


-          Estaba todo el pueblo en el velorio.
-          Era muy querido el Abuelo.
-          Si, si… muy querido. Oíme, Rosalía, ¿Cómo supiste sobre la deuda que tenía Lindor con el viejo? – le preguntó seriamente Lautaro a su esposa.
-          ¡ah¡ Sí¡ Pero, Lautaro¡ El abuelo Ricardo lo mencionó, no me acuerdo cuando – mintió ella – Don Lindor no se sorprendió ¿viste? Ahí nomás me contestó que el dinero estaba a disposición
-          Mirá vos, no me acuerdo… Bueno, enfilo para la casa, nomás, se está nublando…
-          ¡No, no¡ vamos para la casa  del Abuelo, nos quedaremos allí,  hay muchas cosas valiosas  ¿no escuchaste al comisario?
-          ¿Qué dijo el Comisario?
-          Los cuatreros. A ver si quieren robar la casa… Además, en nuestra casa están los caseros y los perros.
-          Tenés razón vamos ahora para allá.
-          Avisémosle a Tito que cuando venga estaremos en la casa del Abuelo, esperándolo.

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Rosalía miró dormir a Lautaro, su respiración era la de un toro. La luz de la luna iluminaba la habitación. Los grillos sonaban en la noche con rítmico llamado. Salió de la cama con cuidado para no despertar a su marido. Cerró la puerta de la habitación tras de sí y se dirigió a la cocina, en la planta baja, donde estaba la radio.  Bajó las escaleras con pasos amortiguados, para no hacer ruido, algunos escalones rechinaron mientras descendía. Cruzó el living y muy lentamente abrió la puerta de la cocina.  Entró, tomó una silla y se sentó frente a la radio. A oscuras. Una luz casi imperceptible comenzó a verse en la penumbra que provenía de la parte de atrás del aparato. Rosalía pregunto en voz baja, y en sonido bajo de la misma intensidad que el emitido por Rosalía la radio contestó las preguntas:

-              Viaje a marte – 
  
“Ultimas noticias¡ la Nasa y la agencia espacial japonesa tomaron la decisión de incorporar en la tripulación que irá al planeta marte al hijo más importante de la comunidad de Villa Anderson allí en la tierra¡. El brillante profesor en Física Roberto “Tito” Rosamonte, formará parte de la misión, hecho histórico de tener por primera vez un cosmonauta latinoamericano en tan importante misión.  El profesor Rosamonte experto en comunicaciones interespaciales estará a cargo del experimento de transmisiones potenciadas ultra- laser de imágenes y sonidos a través del espacio¡ ¡él logrará conectarse con nosotros¡¡ tantos años esperando este momento¡ Desde el planeta Terrenum,  Transmite LVA – Radio Villa Anderson, la  del otro lado de tu universo¡¡”

-          Ricardo Rosamonte – Susurró Rosalía pálida como una hoja,  hacia la radio.


¡Último momento¡¡ acaba de llegar del planeta Tierra una visita ilustre¡ el bisabuelo del Científico de Villa Anderson en la tierra custodio de nuestro primer receptor  de frecuencias de Terrenum en el planeta mellizo;  hizo ingreso en el espiritupuerto hace algunas horas. No quiso hacer declaraciones pero se mostró visiblemente emocionado de alegría. Solo Dijo una cosa ante la requisitoria de los periodistas: “Lamento haberme olvidado mi boina bataraza”  


Ruben Bassi





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