el partícipe asesino.

Morder
Edvar Munch - Asesino-


Un tipo tremendo, Vladimiro Bermudez, capaz de asesinar a cuanta cosa viviente se le cruzara si estaba en contra de los designios de la revolución armada, incluidos y por supuesto, humanos. Para él matar eras una forma sencilla de solucionar todos los problemas; los propios y los ajenos. 

 - ¿Le gusta matar? - pregunté- 

- En términos concretos, no - respondió sin pestañear- ;  Me agrada la sensación de ser parte del diseño del  futuro de la humanidad  eliminando a aquellos que humillan y degradan - dijo filosófico.

- Le recuerdo que estamos grabando esto. ¿si? 

- De acuerdo; pero  no me lo recuerde más, por favor, condiciona mi respuesta...-  me pidió con criterio.

.- Bien, disculpe. Dígame,  Usted mató a más de cincuenta mil personas, se calcula. ¿lamenta esas muertes?

- ¿Lamentar haber matado a quienes nos mataban?. No. La Muerte es una forma de coexistencia cuando se justifica. Mire, Fumagalli, usted es un gran periodista, que está ahí, sentado  frente a mí, con  un gran cagazo,  imaginándose que de pronto yo lo encañono con esa escopeta del doce que está colgada en la pared,  y que por cierto está cargada; y a la vez, mirándome como si yo fuera un fenómeno tremebundo, una especie de jinete del apocalípsis, haciéndome una pregunta a la que a muy pocos hombres hubiera respondido - espetó ácidamente pero con cierta gracia tolerante. -  

- Si, Claro. Lógico... lo de la escopeta tambien condiciona el reportaje - respondí a su diatriba bravucona, típica de los caudillos - 

- No fue mi intención.  Siempre aviso a los amigos cuando un arma está cerca y cargada - y continúo verborrágico y místico -  "Soy un tipo  que entiende a la muerte como un paso necesario para dar vida".  - se despacho - Jamás hice sufrir a nadie ex profeso,  ni mucho menos gocé por ello, eso es de depravado, ¿me entiende?

- Es comprensible. Usted no es un sádico, me quiere decir.

- Exacto. En verdad hubiera querido evitar de alguna manera a mis enemigos esa milésima o segundos de dolor antes de morir . Ese dolor que provoca la entrada de una bala o el corte de mi cuchillo. Dolor de hueso destrozado por esquirlas de granada. Es muy difícil, casi imposible - manifestó con gesto compungido. - Créame Fumagalli, lamento de veras, haber provocado dolor antes de la muerte; si es que vale de algo aclarar esto.

¿no siente culpa?-  lancé en tono neutro -.

- No.- respondió tajante -  Culpa siente el equivocado, el mequetrefe; El que no tiene claro el por qué esta haciendo lo que está haciendo con un arma en la mano. Mire Fumagalli, ni el loco ni el decidido a todo siente culpa cuando se desencadena la funesta ira, por ahí alegría o tristeza, pero no culpa. El suicida sí siente culpa, lo mata la propia culpa; porque la culpa persigue,¿sabía?, persigue y acosa. 

- ¿Usted quiere decir que un hombre que va al combate es un suicida?

- El suicida, amigo, abandona la vida para quitarse las culpas o para dejar culpas. Abrazar una causa con demasiado fervor es una forma de suicidio, tambien. Muchos luchadores generaron enormes conflictos sin saber que solo fue para suicidarse. No considero dignos a los que sí  lo hicieron  a sabiendas.

Se detuvo para tomar un sorbo de agua de la botellita plástica que estaba sobre la mesa ratona. Yo tambien aproveché el momento. Tomé un largo trago de la mía, directamente, como él, del pico, sin necesidad de la copa.

- No quiero dejar pasar el tema de la culpa. Escuche: - dijo, acomodándose en el sillón y volcando el cuerpo hacia la derecha mientras Alzaba el dedo indice de la mano izquierda hacia arriba,  a la altura de su mentón, como indicando al cielo y moviéndolo al compás de la frase como una batuta - Si alguien presencia una injusticia y no hace nada para impedirla, es allí donde comienza a fermentar la pudrición del alma que genera la culpa; aunque sea por el noble trabajo de informar, como el suyo, el oficio de periodista. Ve, observa, opina, detalla, describe, cuenta todo y no hace nada para impedirlo. Los justificativos no quitan la culpa, en el mejor de los casos la morigeran... ¿me comprende? - agregó mordaz -

- Perfectamente - respondí, sintiendo la estocada de la culpa - Y ahora que el conflicto terminó ¿qué hará usted?, ¿a qué cosas dedicará su tiempo, Vladimiro Bermudez? - pregunté con un dejo de sorna, directa y fríamente  -

- No sé... solo sé exterminar según mis detractores. Quizás me dedique a eliminar plagas. No sé...no sé... ¿Quien dudaría en contratarme para eliminar una plaga?. ¡ah¡ si¡¡ quizás ponga un pequeño frigorífico de conejos cerdos y gallinas; No puedo vivir sin el olor a sangre; sin ese aroma brutal  de feromonas. Allí seguramente aparecerá algún joven periodista a preguntar si los chanchos sufren cuando los pasan a degüello... 

- Matar para vivir. ¿Usted seguirá matando para vivir? - pregunté sin meditar las consecuencias de la pregunta -. 

- Es algo parecido a lo que hace usted, Fumagalli.  Usted Vivió todos estos años de la sangre derramada, detallando  casi artísticamente cada una de las instancias de muerte que sucedieron durante el enfrentamiento. Usted Fumagalli es un, digamos... a ver, no me sale una palabra cortés... ¡si¡,  usted fue  "el heraldo de la muerte" - y remarcó - ¿cuantas muertes presenció, Fumagalli? - ¿qué hará ahora que el conflicto terminó? - me preguntó, invirtiendo  mi rol de periodista a personaje -. 

- ¿qué se yo?,-  respondí  irguiendo los hombros y mirando hacia la nada - muchísimas muertes, presencié... En principio,  tantas como las que usted mismo causó - le dije incisivo y venenoso; un golpe corto nada conciliador a esa altura del reportaje -  En cuanto a qué haré, supongo que continuaré haciendo lo que siempre hice, informar... - dije, no muy convincente -

Quedó contemplando mi mirada. Buscando mi mirada. Durante varios segundos. Respiró profundamente,  tranquilo; y como un francotirador con su objetivo cansado de correr y al descubierto en la mira,  disparó.

- ¡ Usted estuvo allí, Fumagalli ¡, Siempre, siempre. Siempre, estuvo allí - dijo, aterciopelando y alargando las dos primeras vocales del "siempre"-  
....¿Recuerda los rostros de los asesinados? - me preguntó con voz serena, modulada, aleccionadora  - ¿recuerda cada una de las instancias en que usted llegaba después que yo había pasado con mi exterminio? -  ... voz que me retrotrajo al recuerdo de un cura párroco, el padre Benjamín...¡el padre Benjamín¡. Ese cura lograba mediante la palabra a que entendiera la verdad transitando  la reflexión...

- ¿los recuerda? - repitió Vladimiro en un tono imperativo misericordioso, sacándome de golpe de mi abstracción -

- Sí, si. Disculpe. Es que su tono de voz me hizo recordar a una persona muy querida en mi adolescencia... Si, usted me preguntó Recordar los rostros... si,  No sé si a todos, pero de alguna manera sí, los tengo presentes en mi mente  - afirmé con autoridad retomando mi compostura -

- Es de valiente, eso de tener presente cosas que perjudican, que lastiman: usted es un valiente después de todo;  y....

- Disculpe que lo interrumpa - dije cortando sus palabras - Es Curioso, Vladimiro, mire Usted, pareciera que todas esas personas muertas tienen el mismo rostro, el mismo gesto, solo las diferencia entre los que están con los ojos cerrados y los que están con los ojos abiertos... mire usted...igual con los caballos, los perros... 

Nuevamente Quedé abstraído del dialogo. Mi mente comenzó a mostrarme un power point acelerado de imágenes de cuerpos dislocados, mutilados; tan velozmente, que tuve que agarrarme la cabeza como si con ello lograra frenar el vértigo. Sentí que me mareaba. Sentí nauseas. Vladimiro me observaba en postura de analista,  el brazo apoyado en el sillón, con la mano y  más precisamente con los dedos meñique anular y mayor juntos y retraídos sobre el costado de la boca,  el pulgar debajo del mentón y con el dedo indice extendido a lo largo del perfil  de la cara hasta la sien. Me paré de golpe. Respiré hondo buscando más aire. Mis manos transpiraban. Un sudor frío inundó mi rostro.  Me bajo la presión, pensé -

- Cálmese, Fumagalli, cálmese. A mi me pasa lo mismo cuando me concentro  en esos recuerdos - dijo mientras encendía una pipa -  Prosiguió -.¿esos recuerdos suyos son en blanco y negro o en colores? inquirió largando humo y mirándome de reojo. - 

- Son en blanco y negro - contesté, entregado al psicoanálisis al que Vladimiro me había llevado,  procurando que mi control emocional no alterara mi tono de voz-... pero el color de la sangre sí , es en color, la veo roja; roja y brillante, entre un todo blanco y negro opaco y esfumado - a esa altura  sentí que estábamos conversando como dos sanguinarios sin alma, como dos asesinos-

-  Yo los tengo en colores a mis recuerdos - respondió como hablando de artes plásticas -...todos los colores - remarco - y hasta con aroma¡.¡Curioso¡ como dice usted.  Solo tengo el recuerdo de rostros rígidos pero con los ojos abiertos, a diferencia suya que tambien  los recuerda con ojos cerrados...y los perros y caballos...claro, debe ser por que usted es periodista y tiene más desarrollado el sentido de la memoria lejana del detalle. ¿Alguna vez intento hacerme un reportaje durante el conflicto?

- Sí, claro que sí.. si, claro; pero imagínese, Vladimiro, luego que apareció muerta la única persona con la que tenía confianza para llegar hasta usted desistí del tema, imagínese...

- ¿Imaginarme qué? - me respondió incisivo pero con cierta cordialidad, intuyendo cual sería mi respuesta -

- Usted estaba en plena lucha. Además le voy a ser sincero, solo pensar en su nombre  me provocaba espanto, no tanto por usted; alrededor suyo había personas verdaderamente sanguinarias...

-  Si, las bestias energúmenas. Inevitables en el desquicio... Hablando de bestias,  Óigame, ¿Quiere saber por qué permití que esta  entrevista fuera precisamente con usted? - me lanzó de golpe -

- Quizás por que fui el que más se ocupó del tema de la guerrilla - argumenté - no sé...- quede titubeando, error; No se titubea delante de un superhombre de la supervivencia. - me quebró, pensé; y se dio cuenta. Lo vi en su mirada, me tenía justo en su mira... otra vez... 

- ?¡No no¡ que va¡;  no fue solo por eso, ¡no¡ - insistió  negando a su vez con su cabeza mientras buscaba en algún bolsillo de su mente la bala que cargaría para dispararme con palabras -  y prosiguió - Escúcheme, Rosario Castillo e incluso Cesar Benedetti hicieron un buen trabajo periodístico respecto al conflicto. Pero me percate de algo que lo distinguió  a usted de todas y de todos. ¿quiere que se lo diga?, es duro.

- Dígamelo. Pautamos que esta sería una entrevista abierta de ida y vuelta. Despreocúpese -dije  generoso, buscando una posición más digna en la evidente contienda.

 - Perfecto. El asunto es este: observé por los medios televisivos la actitud y posturas de sus colegas periodistas; siempre con el gesto desencajado, con miedo, mirando de reojo para todos lados esperando de que lado se abriría el fuego de las metrallas. Apenas escuchaban algo ponían rodilla en tierra cubriéndose la cabeza

- Es lógico, el miedo preserva...

- Es cierto, el miedo preserva;  muy cierto. Prosigo.  Permítame - expresó con inusual cortesía -. Como le decía, sus colegas, ante las cámaras, siempre dando  la espalda a la escena macabra  que quedaba en cuadro detrás de ellos, alejada, como si quisieran ocultar la vergüenza de la muerte.  En cambio usted no. Usted se involucraba,  era como parte del paisaje. Usted ocupaba casi el centro del plató de la escena. desesperado, con fruición,, pedía al cámara que se acercara más: usted deseaba íntimamente que hubieran muchos muertos para así saciar su sed de dar a conocer.

- Oiga, se está pasando de la raya¡   

- No me interrumpa por favor, dijimos sin límites y de ida y vuelta;  yo escuche sin chistar sus preguntas.

- Bien, continúe. Disculpe.

- Gracias. Le decía: Usted, a diferencia de los demás, se ponía en cuclillas junto a los cadáveres, siempre detrás de ellos con gesto compasivo pero distendido, inclusive permitiéndose discurrir sobre la muerte. Me impresionó una cita que recitó lacónicamente en uno de esos reportes .... "He meditado a menudo sobre la muerte, y encuentro que es el menor de todos los males". - ¿suya?

 - No.  Bacon  - conteste,  intuyendo que él sabía la respuesta.

- oh¡ si Francis Bacon. "Pensamos según nuestra naturaleza", decía... Mire,  Lo observé detenidamente Fumagalli, muy detenidamente. Debo decirlo, realmente me impresionaba su actitud; y debo confesar mi admiración hacia Usted.  Usted, Fumagalli, fue nada menos que el co-protagonista de la tragedia¡. 

No es para tanto, Vladimiro, no sé hacia donde está Usted dirigiendo esta conversación, pero continúe...

- Gracias, Escuche; y no me interrumpa. Retomando el tema,  lo elegí a usted para este reportaje; y porqué usted - remarco repiqueteando las sílabas - Usted,  mi querido Fumagalli, no sé si lo sabe,  es un potencial asesino feroz. No dudo que hubiera matado a muchas más personas que yo; ¿y sabe por qué? - preguntó irguiéndose como un rayo del sillón echando para adelante su cuerpo y dejando su rostro a escasos centímetros del mío - Porque somos de la misma especie y de la misma raza psíquica, la de los que vivimos de la muerte y las desgracias.

- y de las injusticias - atiné a responderle a manera de defensa, dando un paso hacia atrás sin quitar la mirada de sus ojos. No le tuve miedo; en ese instante ya no le temía.

-¡¿injusticias?¡ ¡Ja¡. ¡Hipocresía pura¡ - Me dijo dando media vuelta y sentándose nuevamente en el sillón revoleando los ojos y mirando al techo - ¡la injusticia¡ dijo entre risas - ¡que divino sofista es Usted¡. Para nosotros dos - mencionó entre voz - la injusticia es  un justificativo, un medio, una fachada;  Una coartada que nos permite zambullirnos gozosos en un mar de sangre con restos humanos flotando alrededor.¿Entiende, Máximo Fumagalli?.

Me senté despacio, apesadumbrado. sentí una mezcla de odio y ansia de contestarle. Lo más preocupante es que no sabia qué mierda contestarle.

-¿donde esta el baño? - le pregunte,  mareado y confundido. Transpiraba profusamente. El tenor de la conversación había alterado todos mis sentidos y mis glándulas.

- Por ese corredor,  unos metros hasta la puerta verde... y cálmese, amigo, cálmese; enterarse de que uno es un sanguinario, no es un tema menor... Si quiere darse una ducha en el placar del ante-baño tiene toallas y toallones; Le alcanzo una remera hasta que se le seque la camisa, si quiere. ¡¿Mire como se puso?¡, ¡Fumagalli ¡. 

ruben bassi.-


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