siervo y juez.
La cruz y la nada pintor Francis Bacon
Le pego cuatro piñas seguidas en el medio de la jeta; brutales, sin clemencia. El negro que las recibía estaba
sin pantalones, con las bolas al aire; sangraba como una yugular de chancho cortada con un hacha de carnicero. El golpeado no podía respirar de
tanto que sangraba por la nariz. Tenía los labios, cejas y pómulos reventados por los puñetazos; y a esa altura
de la golpiza había perdido los incisivos. El otro negro, su
contrincante-verdugo, más fortachón pero más petiso le dejo tranquila la cara
para comenzar a golpearle la zona abdominal, en el hígado y el estómago. Una, dos tres, cuatro,
cinco , seis, siete; no paraba de darle
trompadas en la panza. Hasta que el negro sangrante, más alto pero más flaco cayó
como sin huesos de rodillas en el piso, con las dos manos temblorosas y
brillantes de sudor y sangre apoyadas en las rodillas de negro agresor. Ladeó hacia arriba la cabeza; y con lo que le quedaba del ojo izquierdo lo miro de
rabo; y sorpresivamente, le guiño el ojo y al instante le dijo: - puto y cornudo sos, e intento escupirlo, pero el negro que estaba
parado, dio un paso atrás para dejar de
ser el punto de apoyo de la humanidad
del otro negro todo roto aferrado de sus pantalones. Lo miró detenidamente al que estaba ya en el suelo; con el brazo y el dedo indice señalando al caído que yacía desparramado con los brazos y las piernas extendidas, boca arriba, ahogándose con su propia sangre . El violento agresor retrocedió unos pasos.
– Pará¡¡- le grite-. Dio un respingo como de gato asustado; Se sorprendió por breve instante al
verme, por un segundo su rostro logro un gesto distendido, para rápidamente volver a tener esa horripilante mueca en su cara que provoca el
ansia demencial de la violencia desatada en su todo su ser.
-
¿Por qué?.¿Por qué tengo que parar de golpear a esta basura humana? ¡ Hijo de puta!;Qué, ¿acaso sos amigo de este engendro? ¿mulatito?. Encontré a esta mierda violando a mi hija de siete años… ¿y vos me querés parar?- Dijo, mostrándome unos
dientes blancos que vi como colmillos de una bestia de los infiernos.
-
¡¡No, no, no!!- respondí apresurado y tartamudeando aterrorizado - ¡no lo conozco¡, -grité y repetí tres veces, extendiendo mis brazos hacia adelante - pero creo... - atiné a decir - que si le pegás una patada en la cabeza, lo matas, ¿entendés?, Lo matas.
Este tipo ya recibió suficiente… - dije, sin darme cuenta que con esas palabras, le había dado la clave, el método de la ejecución, la orden final a su intención de asesinarlo, la de patearle la cabeza.
Me miró fijo sin pestañear - Andate. Andate ya o te mato a vos tambien - me dijo serenamente - Lo mire fijo por unos segundos,
baje la vista, cerré los ojos, asentí levemente con la cabeza, como agradeciendo, tambien. Di media vuelta, abrí los ojos comencé a caminar,
cuatro pasos. Me detuve al lado del caído que balbuceaba barbaridades entre escupitajos de sangre,
lo miré fijo por unos segundos. Me miró, trató de sonreír para congraciarse e intentó a tocarme el pié con una mano temblorosa. Retire muy despacio el pie hacia atrás. Miré al cielo plagado de
estrellas y aquella luna que iluminaba tenuemente la escena, que destacaba y hacía brillar el rojo de la sangre en el rostro del asqueroso infeliz. Respiré hondo, mire al suelo y volví a mirarlo. Cerré los ojos. Abrí los
ojos. Me di vuelta, Miré al negro
furioso que resoplaba como un toro. Volví a mirar al caído. Di media vuelta y comencé
a caminar sin prisa. Uno, dos, tres, cuatro, cinco pasos… diez pasos. Escuché, un ruido
seco, como el de un hueso partiéndose ; y un suspiro agonizante. Seguí caminando,
despacito. Otro ruido de hueso roto. Segundos de silencio, para dar paso a un
grito doliente, feroz, brutalmente expresivo, interminable; Luego un llanto profundo. Después, sollozos. Luego el silencio de la muerte, que pasó a mi lado. Sentí su frío. Comencé a correr desesperado, sin mirar hacia atrás.
Esa noche, solitaria, de regreso
de la plantación, yo, un joven sirviente; un pobre siervo de un juez español, presencié la ejecución y muerte de un hombre, un homicidio según los leídos; y Fui juez por breve instante. Sugerí sentencia y método, como mi patrón; y sin saber escribir.
Ruben Bassi
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