siempre somos albores

 



Estamos mal hechos, arrancamos mal desde el principio.  Nuestros próceres se equivocaron fiero. Más de doscientos años de luchas intestinas provocaron el continuo cortoplacismo sin horizontes ni estrategias de crecimiento. Todos a la bartola caudillista o al servicio de intereses económicos financieros no productivistas que se aprovechaban de la estupidez política imperante. Todo hecho con el afán de figurar. Todas las buenas cosas  fueron destellos de inteligencia política. Individualistas. Los iluminados con farolitos chinos.
Presidencialismo y Centralismo a ultranza. Equilibrio geopolítico distorsionado. Distribución poblacional desopilante. Hegemonía de la Provincia de Buenos Aires y su desmesurado conurbano empobrecido víctima del clientelismo político; inviable. Mala distribución de los recursos en detrimento de las economías regionales.
Todas estas cuestiones son las que hacen  desde los albores de nuestra nación constitucionalmente constituida lo que hoy somos. Si no cambiamos esta dinámica perversa y destructora difícilmente explotaremos nuestros recursos naturales  al máximo potencial ni  dotaremos de infraestructura al país como tampoco generaremos acciones  para lograr un  desarrollo social sustentable. Porque  así como estamos no somos sustentables. Parecemos un programa social que siempre a medio término se le terminan los recursos.
Somos un cuerpo desproporcionado sin armonía y descuidado; y por eso no queremos vernos en el espejo. Por eso inventamos continuamente lo nuevo. Somos como aquellos que tenemos adicciones buscando recetas mágicas que nos saquen sin sacrificio del problema. Por eso somos irremediablemente, hasta la fecha,  un proyecto siempre a punto de comenzar.
No habrá nada nuevo si los hombres del presente con aspiraciones a ser los próceres del mañana no se ponen de acuerdo en este diagnóstico que les relato. Volverán a ser los Rosas, Sarmientos, los Roca, los Yrigoyen, los Perón los Menem  los Kirchner, todos con sus verdades  al servicio de la coyuntura y de lo inmediato. Todo hecho a los cachetazos en un tironeo de intereses que terminan privilegiando a los factores concentrados del poder y su jefe: el poder financiero.
Tenemos todo un tiempo por delante, al que comúnmente llamamos futuro, para remediar esta construcción precaria y antojadiza de país que tenemos. Más de cincuenta millones de hectáreas para incorporar a la producción aplicando tecnología. La cuarta reserva energética mundial de hidrocarburos. Una reserva acuífera descomunal, tremendos vientos para la energía eólica y así podría seguir hasta lo inimaginable.
Fundemos nuevos pueblos, ciudades, distribuyamos recursos  y población. Salgamos de la locura y los estados alterados que provocan las conglomeraciones humanas sin responsabilidades de generar recursos, desvinculadas del pensamiento y las convicciones del hacer y crecer  de las fuerzas productivas.
No solo tenemos que modificar nuestra Carta Magna en favor de  un sistema Parlamentarista semipresidencialista, debemos regenerar una forma de pensar y sentir el federalismo y fundamentalmente erradicar de cuajo el centralismo despótico que degeneró y manipuló los destinos de la Nación y las oportunidades de su pueblo desde su concepción .


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