Los rotos hartos y tristes.

 

                                         "las rotas" acuarela-adriana Tavares




                                                                       Rotos, hartos y tristes. Así estamos,  muertos pero vivos, los caídos, de la copa del árbol de la esperanza, sacudida por un ventarrón; de la cima de nuestra montaña de ego, azotado por un vendaval de fría escarcha. 

Así estamos, contra el suelo, los que tuvimos la suerte de no dar con un pozo, buscando pedazos nuestros desparramados por doquier. A veces  vienen y nos ayudan, solidarios caminantes del conocimiento - ¿Es este su corazón? me preguntó uno de ellos mientras le daba leves pataditas. - No, le contesté;  y apenas con un hilo de voz le expliqué: ¿Sabe? el mío tiene escrito un nombre.

Es tanta la cantidad de caídos, que sus siluetas se pierden en el horizonte. Cada uno con sus penas, sus gemidos; y entre todos "los nosotros", caídos,  van los otros, los erguidos. Los que  marchan seguros de sí mismo hacia algún acantilado. y no caen, !no¡ !ellos vuelan¡ y en el cielo hacen piruetas, justo arriba nuestro; y nosotros miramos con los ojos fijos rebosantes de lágrimas mientras comenzamos a esbozar una imperceptible sonrisa, extasiados, con el espectáculo de los potentes voladores.

Una tarde de tremenda tormenta allá en las nubes, un volador cayo a mi lado. Me arrastré hacia él, intenté animarlo, lo sacudí varias veces, fue inútil. Estaba muerto. !Vamos reanímate¡, le grité desesperado ¡ vos sos fuerte¡ !sos un volador¡ !los voladores no mueren, son potentes¡  En el cielo, cientos de voladores giraban planeando alrededor del caído, no sé por qué reían. 

De a poco el cuerpo inerte del volador caído, comenzó a desaparecer, solo un polvillo quedó, que se  llevó un remolino de brisa. Tal fue el susto que tuve al ver aquella trágica desaparición, que me levanté como pude, me dolían todos los huesos por el esfuerzo. Logré alejarme de esa mancha oscura dibujada en el piso, un miedo profundo inundó mi ser ¡estaba erguido¡ 

Día tras día caminaba con menos dificultad,  los otros erguidos, comenzaron a mirarme, algunos me sonreían, otros hasta me decían !buen día¡ Comencé a ver rostros, miradas, algunas conocidas.  

En algunos pozos  había un brazo, una mano extendida desde su interior, de algún que otro caído, Con esfuerzo, jalaba de ese brazo, los dejaba tirados en el piso y seguía mi camino, sin mirar atrás; a veces escuchaba un !Gracias¡ otras, solo llanto; y tambien, un "¿Quién te pidió que me sacaras?" a lo que respondía sin voltearme: solo vi tu mano extendida !nadie te impide que vuelvas al pozo¡

Me acordé de mi corazón, estaba allí, en mi pecho, sin ningún nombre tallado... todavía...

Ruben Bassi (Recuerdos, tras la caída)

Gracias Adriana Tavares, compañera Artista, por ilustrar este relato.


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