El fascinante mundo de las conductas humanas (1)
La traición por envidia es obscena, por poder, justificable. Cierto es que la traición nunca proviene de un enemigo; y no todas las traiciones provienen de la ignorancia y la estupidez, algunas traiciones, se pergeñan inteligentemente, pacientemente, y hasta a veces para lograr un bien mayor para toda una comunidad. La traición es un acto humano primario por naturaleza. Bajo el signo de La traición se creó la civilización humana, toda ella está signada por la traición: religiones, reinos, imperios, empresas, familias, amantes, cónyuges, ¡hermanos!, todo ello, sea pobre, rico, poderoso, místico, santo, rey, emperador, tirano, estadista; toda las relaciones sociales y culturales están signadas por la traición, inclusive, las religiosas, monoteístas y politeístas, esas, la de dioses con pasiones humanas, hijos de dioses y demás bestiarios de la mitología universal. Hollywood, hizo de la traición argumentos inolvidables. Los grandes escritores, fundamentaron sus más grandes obras en actos de traición y sus consecuencias, sean del género que sean, policiales ficción drama comedia. Entonces ¿por qué nos ofuscamos tanto ante la traición y por qué la repudiamos con tanta indignación? Se me ocurre, que sin la mentira la traición difícilmente pueda existir, y sin la hipocresía, nuestra máscara, ambas, traición y mentira serían monstruosas a nuestra propia vista, todos nos veríamos avergonzados hasta el momento que, por evolución de la costumbre transmitida de generación en generación, las aceptaríamos sin más, sin culpa ni pecado, sin remordimientos, sin condena, sin… hipocresía…
Entonces ¿Será que, la mentira y la traición, son parte de nuestra propia naturaleza, será la hipocresía
el verdadero monstruo que domina a estas dos “entidades”? ¿de dónde nace la hipocresía?
¿es una consecuencia o la más pura y profunda esencia humana? ¿es progenitora o
hija de la traición y la mentira? En prima facie y superficialmente, doy por
sentado que es un mecanismo de defensa propio de nuestra especie, el arte de
ocultar las verdaderas intenciones, un camuflaje, un engaño, un ardid, una
falsedad.
La hipocresía tiene múltiples
disparadores, fuerzas que llamo negativas que la activan y que que actúan tanto en
forma individual o en conjunto interactuando entre sí, sea el caso y la necesidad. Elijo tres, por un lado,
el miedo y sus manifestaciones: la desconfianza, la cobardía,
la vergüenza la traición, la depresión; por el otro, el Odio y sus manifestaciones: el desprecio,
el rencor, la humillación el resentimiento, la frustración; y por último el que
más me intriga: la ambición y sus manifestaciones el dominio, la posesión, el
poder.
El poder es el factor capaz de
reunir al miedo, al odio y a la ambición a su servicio y entera disposición; el
poder, por lo tanto, por su utilidad, es el hijo dilecto de la hipocresía, y además,
por si fuera poco, el único con capacidad de conjugar todo lo negativo y
ponerlo al servicio del la máxima expresión positiva, el mismísimo amor.
El fascinante mundo de las
conductas humanas, nos indica que, en mayor o menor grado, todos nosotros, en
un casi absoluto, tenemos en nuestro ADN el componente que detona la hipocresía
y ese componente está ligado a las fuerzas primogénitas que mueve a todas las
cosas en el universo que necesitan alimento y energía para vivir; ese
componente, por prepotencia, es carente del concepto del bien y el mal, de lo
negativo y positivo, y es nada más y nada menos que la supervivencia, la
manifestación y necesidad más dramática y colosal de toda la existencia, alimentare para estar y
vivir, perdurar, sobrevivir a como fuera posible, inclusive transformarse en
moléculas y fotones, no importa, la cuestión es sobrevivir para de nuevo ser, a
costa incluso de dejar de ser lo que somos para transmutarnos en algo más que
perdure por siempre.
Me pregunté ¿de dónde nace la
hipocresía? La hipocresía, es hija directa de la supervivencia, claramente, por lo tanto,
decir que uno no es hipócrita, ¿no es acaso un acto supremo de hipocresía?
Ruben Bassi.-
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