El oído de Vicente Martelli

-       ser todo oídos        ¡Martelli¡… ¡consultorio dos¡…. ¡Vicente Martelli, consultorio dos¡… - la voz aguda y nasal de la Doctora sonó como un despertador.
Me dormí  en la sala de la clínica. Siempre me duermo en las salas de espera, como una marmota en invierno, casi en estado cataléptico, siempre; y en especial  en aquellas que tienen esos sillones negros de cuero de la década del 50 del siglo veinte; de los bajitos y respaldo alto, con apoya-brazos grueso y asientos mullidos; de los  que cuando ubicas las posaderas no terminás nunca de hundirte; y que al hacerlo producen ese ruido tan particular,  como si se desinflara un globo gigante, o en algunos casos como un flato grave. Fueron inventados para que las marmotas humanas como yo se duerman en en las salas de espera. 

Miré para ambos lados para cerciorarme  donde estaba. Tengo la experiencia de dormidas tan profundas que una vez,  en el consultorio del Doctor Ordoñez,  manotee a una persona a mi lado pensando que me caía de  la cama.

 Me erguí dignamente; digamos con toda la voluntad de parecer digno. La mente se acelera de golpe cuando te despertás sobresaltado. En una centésima de segundo al verte en un lugar público debés darte cuenta que tenés que guardar la compostura, el porte; y por sobre todo no tener cara de despistado boquiabierto; bah¡, de boludo,  como quien dice.

-        ¡Sí¡ – dije con seguridad tratando al mismo tiempo de poner los ojos vivaces – Buen día Doctora Ostroski-  saludé. Modulé la voz en  modo despierto y vivaz.

-        Buen día. –  Ese “buen día” que esbozó mientras cerraba la puerta del consultorio sonó como el “buen día” característico de Doctor con experiencia. Rotundo, sin intenciones de congraciarse, como tomando posición de dominante alfa. Ese: ¡buen día¡ parecido al de un agente de seguridad. Ese “buen día” seco que sugiere: te tengo en mis manos…
-        Siéntese Martelli, dígame. – dijo seria, poniéndose unas gafas de marco negro que sacó del bolsillo superior izquierdo del delantal blanco que llevaba puesto, mientras se sentaba frente a mí, tras un  pequeño escritorio de metal.
-        Bueno, sí, le explico Doctora: me zumba el oído izquierdo. Todo el santo día.  No para ni un segundo,  es como un pitido continuo. A veces es tan persistente que hasta me despierta. Parece que me naciera desde este  costado de la garganta, doctora -dije señalándome el lado izquierdo de mi cuello.
-        Está un poco excedido en peso Martelli – dijo, mientras escribía en la ficha médica el relato  de mi dolencia-
-        No se crea, apenas diez kilos… pero sí, debo reconocerlo, estoy frisón.
-        ¿Cómo?
-        Frisón… es una terminología medio gauchesca que indica robustez, bien comido, rechoncho…
-        Ah¡ si, frisón… bueno, está frisón; y rechoncho Martelli. –sentenció –  A ver, lo voy a auscultar- quédese ahí sentado - dijo, parándose rápidamente y poniéndose a mi lado, el izquierdo- dígame Martelli, ¿Cuál es su trabajo, su actividad –me preguntó mientras tomó el otoscopio del bolsillo inferior derecho de su delantal y encendía su luz y lo introducía en mi oído.
-        Soy músico, bueno, músico, enseño música que es distinto…soy profesor de música en el conservatorio superior…
-        No hable por favor, abra la boca, si, así… ahora ciérrela lentamente…mmm. ¿Profesor de música, dijo?, ¡Ah¡ me imagino. ¿Sus alumnos desafinan mucho, no? – dijo seria, con tono burlón pero amable mientras miraba a través del adminículo- tiene una inflamación en el tímpano, Martelli ¿le duele el oído?
-        No,  pero a veces me pica muy profundo.
-        Y seguramente se metió un cotonete e intento rascarse
-        Si.
-        ¿Se le iba la picazón?
-        Sí, pero al rato volvía, eso me sucedió durante unos días hasta que no me picó más, pero el zumbido seguía.
-        ¿hace cuánto?
-        Dos o tres días que ya no me pica.
-        Bueno, Martelli, vamos a hacer unos estudios, ¿sí?, le voy a dar unas órdenes para unos análisis y una tomografía, ¿sí? cuando tenga todos los resultados me viene a ver, ¿sí? se los voy a indicar con urgencia ¿sí?,  Así no perdemos tiempo…
-        ¡sí! – dije rápidamente interrumpiendo su seguro y repetitivo “¿sí?“ -  ¿vio algo mal Doctora? – le pregunté preocupado por eso de la urgencia.
-        Digo muchos sí, ¿no es cierto?
-        Quedan coquetos. Son “sí” de doctor. Lógicos.
-        Bueno… Tiene una inflamación,  nada fuera de lo común, no se preocupe. Dígame, ¿el silbido cambia de tono?, ¿varía?
-        ¡Sí¡ lo ubico en un Si bemol y a veces pasa a un La sostenido, vuelve al Si bemol para luego quedar en un do sostenido por un tiempo indeterminado, nunca un silencio. Se lo silbo en unas octavas menos, escuche, es algo así…  – silbé como un canario desvariado, con facilidad, soy bueno silbando…- ¿Qué le parece Doctora?
-        Muy afinado, usted. Está bien, muy interesante, es mi primer paciente que detalla de esa manera tan particular un zumbido en el oído. – dijo,  mientras con el dedo de la mano izquierda se acomodaba los lentes en su nariz a la altura del tabique y a la vez  escribía con su mano derecha sin ocultar una sonrisita que denotó unos dientes incisivos prominentes pero armoniosos.- le doy esta indicación: ingiera este desinflamatorio;  y no se meta ningún cotonete ni nada agudo en el oído, por favor. Si le pica ponga la palma de su mano tapando su oreja y muévala haciendo presión sobre ella. Presión, dije, no sopapa, ¿sí? así, mire. –  la Doctora Ostrosky se puso la mano en su oreja y con un veloz movimiento hizo que su mano pareciera un sonajero sin bolitas dentro. - ¿tiene mareos Martelli?, ¿a ver? Venga, párese aquí, frente a mí. Párese derecho, pies juntos… así…muy bien… extienda los brazos hacia los costados a la altura de los hombros. Así muy bien… – dijo esta vez, alargando la u de muy -  “muuuy bien” – ahora lentamente eche la cabeza hacia atrás. Muuuy bien, ahora, de golpe hacia adelante. Eso, otra vez, repita el movimiento hacia atrás, lento, lento, así, muuy bien y ahora ¡de golpe hacia adelante¡¡ - ¿se mareó?

-        No, no,  solo una sensación de desequilibrio, pero… sentí una puntadita muy leve en el oído…
-        ¿el izquierdo, o el derecho?
-        El izquierdo. – dije llevando instintivamente  mi mano  hacia él.
-        A ver, siéntese – me indico, sacando del bolsillo de su delantal el mismo instrumento para auscultar – quédese quieto… mmm, espere un poquito, a ver, por aquí, mmm. Ni bien tenga la tomografía venga a verme,  estoy de catorce a dieciocho  de lunes a viernes y el sábado por la mañana de diez a doce, sin turno, yo le aviso a la recepcionista ¿sí?
-        ¿vio algo fuera de lo común, Doctora?
-        No hasta ahora.
-        Ah, sí, claro, “hasta ahora”. Alentador. Bueno, nos vemos. Hasta la próxima.
-        Hasta luego, Señor Martelli…y no se olvide de tomar el desinflamatorio. Espere, le dejo mi teléfono móvil, avíseme si nota algún cambio que considere  notable en el zumbido.

Salí del consultorio, pase por la recepción a retirar el carnet de la obra social. Vi cómo la Doctora le hacia una seña a la recepcionista quien asintió con un movimiento afirmativo su cabeza.
-        Aquí tiene su carnet. Buenos días Señor Martelli, hasta la próxima.

Tomé un taxi para ir hasta el conservatorio. Saqué la receta de mi bolsillo que me dio la doctora para ver su sello y firma.  – Apellido polaco, Ostrosky.  Apellido polaco o judío, bueno, que se yo, judío, polaco, no importa la cosa es que la doctora tenía los ojos azules más grandes que vi en mi vida -  Miré el sello y leí: Svetlana Ostrovsky, - era con ve corta, Ostrovsky y no Ostrosky, le dije Ostrosky… ¿se habrá dado cuenta? No creo, no me lo hizo notar. Svetlana, ¡aja¡ nombre ruso;  y si, los rusos estuvieron en Polonia.
-        ¡Llegamos a su destino jefe¡- me dijo el taxista con voz grave  y ronca de fumador, con tono y modo de porteño.
-        Ah¡  ¡qué rápido¡.
-        Son cuarenta y ocho con cincuenta, “jefe”…
-        Listo, tome cincuenta quédese con el cambio.
-        ¡jefe!… disculpe, tiene como cera que le sale de la oreja. Tome. Tome un pañuelito de papel,  jefe…y  límpiese. Seguro que es un tapón de cera,  a veces pasa. Me acuerdo que mi primo Tito  quedó medio sordo de tanta cera que tenía, no escuchaba un "joraca" - dijo el conductor en voz alta por el ruido del tránsito mientras agarraba un pañuelo de papel de esos que vienen en cajitas; y que tenía en el torpedo de auto.- ¡Suerte, jefe.¡¡ salute¡.
Me limpié con cuidado. Si, efectivamente era cera que se forma en el oído, de color marrón clarito -¿la llamo a la doctora?,  pensé. No, debe ser porque me metió el aparato ese y se me habrá removido algo adentro que tendría profundo… ¡ma si¡ yo la llamo…-  Busqué el número que ella me había anotado en la receta.
-Hola, ¿Doctora ¿Ovstrosky? dije pronunciando bien la letra ve, casi exageradamente. – soy Vicente Martelli,  hace un rato usted me atendió y…
- Sí, soy yo; y gracias por pronunciar bien mi apellido. Dígame Martelli, ¿qué le sucede?
- bueno, para resumir, me salió cera del oído,  chirlita, de color marrón clarito y…
-¿La tiene ahí?
- ¿si tengo aquí qué?.
- la cera, en el pañuelo,  en el dedo.
-ah¡ sí, en un pañuelito de papel.
- bueno, huélala.
- ¿cómo dice?
- que la huela, olfatéela ¿me entiende?
- Si, perfectamente, espere. – saqué el pañuelito descatable que había guardado en mi bolsillo interno del saco. Lo abrí y olí la cera… - ¡oiga doctora¡ ¿me escucha?-
- Sí. Sí,  lo escucho.
- tiene olor a caramelo de menta.
- ¿muy fuerte?
- Si, bueno, más o menos…- pero sí, es menta.
- ¿tiene el zumbido?
- Si
- ¿Le duele?
- No.
- ¿Puede usted volver a la clínica, estaré hasta las 18;  igualmente siempre hay retraso de pacientes,  lo espero si me dice que viene, quiero hacer analizar esa muestra. ¿Sí?
- ¿puede ser a las 18,30? Doy clase hasta las 18…
- bien,  lo espero. Venga.
-gracias, Svetlana.
Comencé la clase pensativo, le dije a los alumnos que se  preparen con sus instrumentos, mientras tanto me concentré en el zumbido de mi oído.   Esta vez vibraba grave, más suavemente y por primera vez con intermitencias. ¿Se me estará yendo?; tal vez eso que salió de mi oído era un taponcito…
-        Profesor... ¡profesor¡…
-        Sí, sí, discúlpeme. Dígame, Javier - le respondí atolondrado a uno de mis alumnos predilectos. Un buen proyecto de músico.
-        Estamos esperando, profesor. Díganos que hacemos.
-        ¡Ah! si, perdón, a ver.- en verdad no sabía que decirles. Medité.
 Se me ocurrió indicarles si podían ejecutar alguna pieza que ellos hubieran ensayado por su cuenta. Instantáneamente respondieron que estaban preparando un trabajo en conjunto para presentar a fin de año, un adagio.
Nina Peluzzo una Cellista contundente comenzó con una introducción muy tenue pero profunda, acompasada.
Repentinamente me di cuenta que el zumbido cambió de tonalidad y se puso en acorde con las notas que emitía el Celllo. – ¡Esto es increíble¡ – exclamé en voz alta. Nina me miró pensando que lo había dicho por ella y me guiño el ojo sin parar de ejecutar, mostrándome una sonrisa repleta de dientes con aparato de ortodoncia correctivo. Le sonreí también, no habría podido explicarle el  por qué dije lo que dije.  El zumbido acompaño con su tonalidad cada acorde que mi oído percibía. Quede anonadado con los sonidos del que fue un simple silbido  convertido  en otro instrumento; y más cuando el ensamble de instrumentos de mis alumnos se complementaban. Cuando finalizaron la ejecución el zumbido volvió a su variante tonal habitual. un Si bemol, La sostenido, Si bemol, do sostenido, pero esta vez con un silencio de dos compases de dos por cuatro al final del Do sostenido.
-        Excelente, ¡excelente¡- dije en tono afable y de aliento- Nina, por favor, ¿podrías tocar nuevamente la apertura de la pieza?
-        Si Profesor, con gusto.
Comenzó a ejecutar el instrumento con destreza; y nuevamente el  silbido de mi oído tomó la tonalidad de las notas que me penetraban. Dejé que terminara la obertura.
-        Muy bien Nina, muy bien todos ¡ Javier¡, por favor: ¿podrías ejecutar la obertura nuevamente con tu violín?
-             ¡Claro Profesor¡…
Esta vez  el zumbido se detuvo por completo; y al finalizar Javier otra vez volvió a su habitual estado con silencio intermitente incluido.


                                                      ……………………..


-        ¿Y?, ¿qué le parece Doctora? ¿Extraño, no?
-        Sí, sí. Efectivamente, extraño. – Dijo mirándome a los ojos profundamente, como buscando otra respuesta.- en cuanto al olor a menta es por el dentífrico que a través del tubo faringotimpánico se mezcló con la mucosa nasal.
-        ¿Y cómo llega a mi oído?
-        El tubo faringotimpánico es una estructura  que habitualmente está cerrada; y que se extiende desde la caja del tímpano hasta la región nasofaríngea. Mide de 3,5 a 4 cm de largo y está tapizada por mucosa - me explicó con paciencia - Su función es regular las presiones dentro del oído medio para protegerlo ante cambios bruscos y regular presiones en el tímpano. Si las presiones no están equilibradas, el tímpano no puede trasmitir con claridad los sonidos a través de la cadena de huesecillos hasta el nervio acústico; es una continuidad de las fosas nasales, con las que se halla en íntima relación, por ahí se le metió el dentífrico; y posiblemente al hacer gárgaras.
-        Soy un fanático de las gárgaras; y  ahora que lo menciona, a veces me ahogo.
-        No se preocupe. Escúcheme, el análisis de la sustancia no indica que haya  infección y Los análisis de sangre y orina que le mandé hacer son de rutina que ahora mismo no necesito. Eso sí,  Ahora vaya a la sala de tomografía, allí lo están esperando, la pedí especialmente. Yo aguardaré aquí en el consultorio el resultado. ...Martelli, respecto al episodio que me comentó mientras escuchaba la melodía… debo explicarle algo  que quizás le resulte extraño… pero que casualmente, o no, no sé, pude conocer a través de un gran investigador de la neurociencia… pero eso lo conversaremos luego que me traiga los resultados, ahora vaya, lo están esperando.

Comenzó a llover, con fuerza. las gotas golpeaban el vidrio de la ventana del consultorio que daba a un jardín interno repleto de malvones. El olor característico que la clorofila emitió con tiempo lluvioso inundó el lugar. Vi cómo la doctora  se apresuró a cerrar la hoja de la ventana que estaba entreabierta mientras yo salía del consultorio para ir a la tomografía.

                                ………………………


-        Todo normal, Martelli, todo normal…. Si… -  dijo la doctora mientras observaba los resultados de la tomografía computada – quédese tranquilo. ¿quiere tomar algo? Lo invito a la cafetería de la clínica, no comí desde hoy a la mañana, acompáñeme y le explico…
-        ¡Como no, un placer¡, no todos los días una mujer lo invita a uno  a tomar algo para hablar de uno y no de ella misma ¡

La doctora Svetlana rió con ganas. Llegamos a la cafetería interna de la clínica a través de  pasillos de consultorios y salas de espera. Ya eran las nueve de la noche. Nos sentamos en una mesa junto a una ventana que daba a la calle. Me preguntó si me esperaba alguien, si tenía algún compromiso. Le dije que no, que tenía todo el tiempo del mundo para escucharla. No le mencioné que el zumbido ahora se había aplacado a un mínimo de volumen. Me dio la sensación que en algún momento le pedí al pitido que lo hiciera, que se acallara, para poder escuchar con atención.
Svetlana pidió una tarta de verdura y una coca diet; yo un emparedado, pebete de salame y queso con manteca…

-        En un simposio médico, hace algunos años conocí al profesor Wiedemann, un gran neurocirujano y psiquiatra. Por ese entonces yo era una médica recién recibida. Recuerdo que me acerque al Doctor Wiedemann después de su conferencia del día que trataba precisamente sobre lo que presumiblemente usted padece: tinnitus, para ser más precisa;  y me presente a él como otorrinolaringóloga.  Se interesó mucho por mi especialidad a tal punto que me invitó a conversar al final del simposio. Allí,  café mediante me explico algo que por aquel entonces me pareció muy extraño…
-        ¿y de que se trata?- le pregunte mientras le permitía ingerir con mi interrupción varios bocados de tarta, que ingirió con ganas.
-        Que según su teoría existen formas de vida emisores y transmisores de comunicaciones sensoriales y posiblemente extrasensoriales manifestadas en los humanos,particularmente por algunas personas de extremada agudeza auditiva asociada a una capacidad cerebral para captar determinadas ondas que se expanden por el espacio…y quizás el tiempo…- a medida que me explicaba fui masticando cada vez con más lentitud  cada bocado
-        Aja. Continúe – le dije anonadado – tomando un sorbo de bebida.
-    Y que muy pocas personas;  muy pocas, me reitero en ese momento el Doctor Wiedemann; y que aparentemente padecen una  lesión o un maltrato de las delicadas células pilosas del oído interno…
-        ¿células pilosas?
-         Si, actúan como pequeñísimos micrófonos. Producen pequeñas descargas eléctricas cada vez que son sacudidas por las vibraciones  y que van hacia el cerebro logrando la sensación sonora…
-        Ah¡ -  disculpe la interrupción, expresé con interés.
-        Le decía,  que esas muy pero muy pocas personas que aparentemente padecen el mal acúfeno son en realidad  receptoras de comunicaciones sensoriales concretas de un tipo muy particular de ondas sonoras o formas telepáticas... – dijo la doctora algo nerviosa,  mientras le daba un sorbo a su agua mineral; como avergonzada… - Es una teoría, nada más, pero analizando su caso  no hay forma que lo acúfeno se amolde melódicamente a un sonido armonioso; y mucho menos en octavas perfectas de acordes de acuerdo con lo que usted me explicó. Por eso le explico esto…
-        Notable – expresé – ¡Notable¡
-     Me gustaría hacerle unas pruebas de su acúsia con mediciones auditivas de recepción de sonidos. Mañana es Sábado, en mi consultorio particular tengo los instrumentos necesarios. Claro que si usted está de acuerdo. Clínicamente usted padece de  tinnitus y no existen medicamentos que lo elimine de inmediato. Existen tratamientos de limpieza, cuidado en la alimentación…
-        Ahora entiendo lo del sobrepeso… me pregunté qué tenían que ver las milanesas con papa fritas y huevos fritos con el zumbido…


                                                   …………………….



-        ¿Hola, Hola¡… Doctor Wiedemann?
-        ¡ Svetlana¡ ¿Cómo estás?, ¡te escucho con claridad¡
-        ¿Estás en Lóndres?
-        Acabo de llegar a Nueva Delhi. Vine aquí a corroborar el cuarto caso concreto de hipersensibilidad receptiva¡ - este caso es muy particular, se han detectado en las altas frecuencias algunas letras y vocablos¡, Indira está exultante, ¡imagínate¡
-        Uff¡  y no es para menos¡… Profesor, concluí las tres primeras etapas de  los estudios preliminares del paciente que le mencioné, el Profesor de Música …
-        Dime…
- Doctor,hemos detectado acordes aparentemente musicales..externos… estoy completamente segura… los hemos grabado con total nitidez, son hermosos, nunca había escuchado sonidos tan perfectamente equilibrados.
-        ¿cómo que grabaste sonidos?. Dios mío¡….
-        En el estudio de Grabación de mi propio paciente, Vicente Martelli… Tengo algo más que decirte…
-        Dime, dime.. que ya con los que me has dicho tengo el corazón en la garganta¡
-        Vicente Martelli está componiendo a dúo con otro ser o lo que fuere que envía esos sonidos.., y acordes
-        ¿¡Pero… cómo? Entonces…¡¿Martelli también transmite?, ¡es el primer caso¡, termino aquí y salgo inmediatamente para Argentina¡
-        Tengo algo más importante aún  – dijo Svetlana con voz serena y confiada
-        ¿Qué puede ser más importante que lo que me has dicho? – dijo Wiedemann eufórico.
-        Según el Profesor Martelli… la forma de expresión musical del emisor es, digamos, aparentemente antigua. "Aparentemente antigua" - recalcó  –
-   ¿Qué me dices?. ¿Cuán antigua? ¿por qué me dices aparentemente??¡por Dios, Dime¡¡ - suplicó
-         Miles de años ¿atrás?. Escucha: …Dice Martelli, ¿hacia atrás en el pasado o hacia adelante en el futuro?, por que del ahora no es, de eso estoy seguro...


primera parte.

Ruben Bassi.

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