La grieta.
-
Tírale,
está a tiro. Atraviesale la cabeza.
-
Espera,
espera; que se asome al acantilado así se cae en él. Rupio, mira, ¡es una mujer¡
-
Tírale
igual, está violando la regla. Prohibido
transitar la grieta…
-
No
puedo, es una mujer…
-
O
le tiras o te reporto a las autoridades, no violes la regla, Calisto.¡Hay que matarla y ya¡; y más vale que te apures. Ahí se detuvo, dale.
-
Está
embarazada.
-
¿Cómo
sabes?,
-
Mírale
la panza.
-
No
se le nota nada, estás mintiendo
-
¡No¡
fíjate bien.
-
Voy
a labrarte un acta donde certificaré que estás inventando una situación
inexistente para eludir la orden de custodia de la grieta. Matar al que la
transite.
-
Está
embarazada, Rupio, y eso no lo vas a poder negar. será tu palabra contra la
mía. Hermano, escúchame, somos amigos
desde toda la vida, militamos la causa de la grieta con fervor y pasión; soy un
guerrero, tú lo sabes, pero matar una
mujer y desarmada, es demasiado para mí. Se me cruzó por la cabeza que estaba
embarazada para justificar aún más mi pensamiento… además es muy joven, llena
de vida. No puedo Rupio, no puedo.
-
Entonces
la mato yo. Si me lo impides sabes que
es pena de muerte. Calisto, dame el arco.
-
¡Pero
tú eres el avistador Certificante, no sabes tirar¡
-
¿tu
crees que me gusta hacer esto? ¿tú crees?. Si no respetamos las reglas todo el
sistema colapsaría ¿entiendes? Artículo ciento dos inciso ochenta y cinco, si
el tirador guerrero se viera impedido por alguna causa de ejecutar al enemigo
que transite la grieta, el “Avistador Certificante” podrá tomar su lugar si la
falta por parte del enemigo es de flagrante y manifiesta actitud de provocación
fuera de la línea de protección estipulada en los tratados, cuya última reforma
fue tratada en el año dos mil setecientos dieciséis. Ahora, dame el arco y las
flechas ya, Calipso, no te lo repetiré.
-
Una
sola flecha. Es un solo tiro, no más.
-
Artículo
trescientos siete inciso veinte: Si el disparo no diera en el blanco y el
enemigo se hubiera dado cuenta del mismo y persiste su actitud de violar la
regla de transito de la grieta, se procederá a un segundo tiro; y así mientras
la situación persistiere.
-
Eres
tremendo, Dispara, Rupio. Dispara nomás.
Rupio, tomó el arco, colocó la
flecha. Intentó tensarlo, el brazo que lo sostenía le temblaba. Ochenta libras
de resistencia le dificultaban la acción. El punto óptimo de disparo requería
de una estabilidad perfecta; él practicaba alguna que otra tarde con un arco
más pequeño, de treinta libras, con un blanco a veinte brazos. Pero esto era
distinto, el objetivo se hallaba a más de cien brazos; – Voy a disparar, le
dijo a Calisto, pasaron los quince segundos reglamentarios – En el momento
justo que estaba por soltar la flecha Calisto dijo en voz baja, mirando
fijamente el perfil de Rupio – está
embarazada – Por una milésima de segundo Rupio desvió el rabillo del ojo hacia
Calisto; y Disparó.
La flecha salió a una velocidad
impresionante en justa dirección, pero un leve defecto del disparo hizo que el
silbar de la saeta fuera más audible. Era un tiro casi perfecto. Casi.
La mujer escuchó el zumbido, irguió
la cabeza y dio un paso al costado con una agilidad pasmosa. La flecha paso a
centímetros de sus prominentes senos. Alzó la mano saludando. Sus carcajadas
retumbaban en el acantilado y se propalaban con eco por la grieta interminable…
Inmediatamente, mientras Rupio preparaba otro tiro, ella corrió hasta la línea
de seguridad demarcatoria de tránsito…
-
No
dispares, Rupio, está en zona de seguridad.
-
Maldita
-
Tranquilo
Rupio, tranquilo, cumpliste con tu deber…
-
Es
una maldita provocadora; y vos que te negaste a tirar, la hubieras matado…
-
Ya
está Rupio; ya basta, amigo
-
Ey¡¡
eeeeey¡ - Maudines¡¡ intrenso¡¡, ¡¡tanis
et mopularineros¡ tanos seten aerdu¡¡¡ mapularineros¡¡¡ tantis macalinos etus
duplo et greatos e prejneius
nidonatis set dis dunde dac dalos¡¡ ¿dimeoides et??Dimeoides et???
-
¡¡Escucha
Rupio, escucha¡¡ está hablando en su idioma¡¡¡. ¡ey, ey ey¡ - gritó Calisto
acercándose al límite demarcatorio de su
lado señalándose insistentemente su oído.
-
¡¡ unanomius unanomius¡¡¡ Litarbes Litarbes¡¡
Maudines¡¡ intrenso¡¡, ¡¡tanis et mopularineros¡ tanos seten aerdu¡¡¡
mapularineros¡¡¡ tantis macalinos etus duplo et greatos e prejneius nidonatis
set dis dunde dac dalos¡¡ ¿dimeoides et??Dimeoides et??? ¡noy Printesica Miridansi ¡ unanomius unanomius¡¡¡ Litarbes Litarbes¡¡ -gritó con una enorme sonrisa en sus
labios la mujer de cabello color del fuego del otro lado de la grieta, mientras unía sus dos manos con sus pulgares y
asemejaba el batir de las alas de un pájaro..
-
los
gritos de la mujer se esparcían rotundos y Llegaron claros hasta los oídos de
Calisto y Rupio – la mujer alzó los brazos como saludando. Sonreía. Reía con
ganas a veces mirando al cielo, dando saltitos –
-
Esta
loca¡ ¡recontra loca¡ . farfulló Rupio.
-
No
Rupio, no. Nos está enviando un mensaje – dijo Calisto arrodillándose mientras
esribía con su dedo en la arena las
palabras de un idioma distinto al suyo que
escucho de la boca de esa hembra.
-
Unanomios¡- grito la mujer, observando como Calisto escribía en el suelo
-
Unanomios,
repitieron Rupio y calisto en voz baja
-
Unano…mi …os¡¡ - el grito de la mujer fue
interrumpido abruptamente. Rupio y Calisto vieron salir del costado del pecho a
la altura del corazón de la desconocida enemiga una flecha que la atravesó de
lado a lado. Cayó de rodillas, con los brazos inermes extendidos al costado del cuerpo. Levantó la
mano izquierda saludando lento mientras con la derecha se aferró a la flecha
llena de sangre. Tiro con fuerza de ella logrando extraerla. Reía, todavía reía.
Cayó despacio hacia adelante con un brazo extendido, sus cabellos rojos
brillaron como fuego por el reflejo del sol del atardecer.
-
Préstame
el catalejos- gritó Calisto - ¡ Dámelo
te digo¡¡ - exigió furioso, arrancándoselo
de la mano. Rupio paralizado y con el
rostro desencajado no atino siquiera a abrir la boca, sabía que en ese estado Calisto era verdaderamente
peligroso.
-
¡Mira
Rupio, Mira¡¡ Tiene un brazalete puesto en el antebrazo con cuatro iniciales
claras y símbolos que no alcanzo a divisar… CRDL... Está moviendo su mano¡¡ Rupio¡ está moviendo
su mano¡ ¡no está muerta¡.
Rupio y Calisto vieron como desde atrás de donde había
quedado tendida la mujer apareció un hombre con vestimenta militar con un
inmenso arco en la mano. Era un francotirador ambulante. Se acercó agazapado y la
agarró de los pelos desde atrás. Calisto comenzó a gritarle obscenidades. El
guerrero miro a la mujer por unos segundos, miró nuevamente hacia Calisto que
seguía gritando desaforado. Con violencia, soltó la cabeza de su víctima, la escupió.
El imponente hombre se acercó a la línea demarcatoria, se paró justo en ella. Tomó su arco, cargo una flecha muy larga, tensó la
madera y quedo allí como una estatua; ni un solo movimiento, apuntando hacia
donde estaban Rupio y Calisto.
Calisto se sacó la
chaqueta y la camisa, dejando su musculoso torso al aire. Se paró delante de la zona de tránsito y comenzó a gritar como un animal enfurecido. El Guerrero disparó.
Calisto dio un paso al costado, increíblemente tomo la flecha en el aire, se la
mostró al guerrero y la partió en su pierna en dos pedazos que azotó contra el
piso. Corrió hasta Rupio, tomó su arco, puso la flecha y tensó la madera con
tal velocidad y fuerza que lo hizo
rechinar. El guerrero del otro lado, mientras tanto, dio media vuelta y caminó hacia la colina; no tuvo en cuenta la increíble velocidad de preparación de tiro
del arquero que lo amenazaba. Calisto disparó. Rupio observaba la acción con su
catalejos .- esta en la zona de protección, le advirtió. Tarde.
-
Le
atravesaste el casco y la cabeza de lado a lado, animal. Otro incidente grave.
Disparaste al enemigo detrás de la línea, violaste el artículo
tercero, inciso primero que dice…
- ¡Cállate
Rupio. Cállate¡. ¡Busca algún artículo de ese código de mierda que me proteja y
ya…maldito burócrata¡. ¡Dame el catalejos¡ - tronó – Mira, esa mujer se está
desangrando. Se está desangrando. Fue ejecutada por la espalda, un acto
de asquerosa cobardía.
-
Es
cierto, ese Francotirador era un asesino sin códigos, no un guerrero. Nada
podemos hacer, escribiré el suceso con suma precisión.
-
Por
favor Rupio escribe lo que aquí escribí de lo que entendí que decía. Mira la
arena….
-
No
haré eso, soy un maldito burócrata. Escribo lo que debo escribir, no lo que se
le ocurre a los malditos justicieros inadaptados sociales como tú¡ y toma
papiro, anotalo tú mismo, animal. No quiero verte hacerlo, ni quiero saber si
lo hiciste. Te espero en el campamento de la colina roja. Allí estaré, haz lo
que quieras. Quiero descansar. Mañana por la mañana hablaremos tranquilos sobre
este incidente, luego decidiré qué escribiré en el informe… está el artículo
quinto inciso ciento tres que puede encajar y justificar tu reacción. vendrás ¿no es así?... ah, por cierto, apúrate
a copiar y devuélveme el lápiz.
-
Déjame
el catalejos, por favor…
-
No
puedo
-
Por
favor… No lo necesitarás… estarás escribiendo el informe en el refugio…
-
Está
bien Calisto, está bien. Te lo dejaré.
-
Gracias,
amigo, gracias…
-
Sí,
si. Dime estúpido burócrata otra vez y te aplico el artículo setecientos
setenta y cinco del código penal de profesionales… maldito bestia rompe reglas.
Deberías pertenecer al otro lado y estar con todos esos energúmenos tiranos
populistas ignorantes violadores compulsivos de tratados.
Rupio se alejó despacio mirando de vez en cuando a
Calisto que quedo en cuclillas con el papiro en la mano concentrado en
transcribir las palabras pronunciadas por la hembra ahora moribunda de la otra
orilla de la grieta.
…………
Litarbes… litarbes, susurraba la mujer herida,
desangrándose…Litarbes
………………
Calisto leyó una y otra vez las palabras copiadas. Susurraba una en especial, la última litarbes. ¿Qué querrán decir
estas palabras? – Debo ir hasta ella -pensó en voz alta. - Debo ir, debo ir… ¿pero, por dónde? No, no
puedo cruzar, no puedo. Tomó nervioso el catalejos y observó asombrado cómo la
mujer tirada en el suelo con la cabeza apoyada en su brazo extendido hacia
adelante movía su mano como diciéndole, ven, ven. La brisa se arremolinaba en
los cabellos rojos. Calisto Se irguió lentamente, mientras dijo en voz alta: -
Debo ir, tengo que llegar hasta allí, debe tener algo en ese morral que porta que la identifique
¿Por qué tanta desesperación en comunicarse con su enemigo?¿por qué fue
ejecutada de esa manera? ¿De quién escaparía? ¿y si bajo por el acantilado y
subo por el lado de la bruma? - dijo en voz alta mientras observaba con el catalejos las escarpadas y verticales pendientes .
-
Ni
se te ocurra.- Escuchó detrás de él. Te caerás en un pozo interminable que
llega a no sé dónde. Los peñascos de la pared de bruma son inestables y
frágiles, además, están infestados de alacranes.
-
¿Quién
eres tú? – preguntó Calisto, girando su cuerpo velozmente mientras llevaba su
mano a la empuñadura del cuchillo que colgaba en el costado izquierdo de su
cintura
-
Lorenzino
Monartico…y cálmate nada te haré ni nada diré de lo que pensaste y dijiste en
voz alta… te castigarían por ello, si atestiguo ante un certificante, lo sé… -
dijo el hombre, sentándose en una enorme piedra que le sirvió de descanso.
-
Ni
yo tampoco pienso hacerle nada, ni nada le discutiré. Sé quién es Usted, Lorenzino;
perdón, Duque Lorenzino mejor dicho. Intentar hacerle un leve daño siquiera
sería un error gravísimo de mi parte, matarían a toda mi progenie además de mí…
-
Sí,
si…- asintió parsimonioso el Duque - matarían a todos los tuyos sin piedad… sí…nuestro
sistema mata a los que transgreden leyes; y cuanto más estúpidas las leyes más
castigo se imprime…Somos asesinos furiosos, rectos y ordenados… Tú te llamas
Calisto...
-
Así
es...
-
¿En verdad quieres cruzar?
-
Sí
– contestó firme y en voz baja, mirando hacia todos lados, buscando a los
guardias del Duque.
-
No
te preocupes, estoy solo y me iré solo, no levantaré cargos contra ti por tu
confesión. Te ayudaré. Escucha. Cruza por aquel promontorio que baja por allí
¿lo ves? A unos diez mil brazos; Aquel, de reflejos verdirrojos. Es escarpado,
pero hay un pequeñísimo tramo donde la contextura de la roca está llena de
aristas de las que podrás agarrarte y tambien apoyar tus pies. Para llegar hasta el
fondo, calcula unos cinco mil brazos. Una vez allí dirígete a la derecha unos
doscientos brazos. Tendrás que ir palpando, no veras nada, la oscuridad allí es
absoluta. Cuando topes contra una pared, a tu derecha, abajo, encontrarás una
piedra de textura distinta. Muy suave. Córrela, detrás de ella aparecerá un
túnel pequeño, algo estrecho, de treinta
codos de largo hacia abajo en cuarenta y cinco grados de pendiente, te llevará hasta un pasadizo que te dejará
justo allí, en una cueva cerca de la mujer moribunda, al lado de ese árbol –
dijo Lorenzino con voz tranquila señalando hacia el otro lado de la grieta. – y
ahora me voy o mis guardias darán un alerta si no me ven. Eres el hijo del
Profesor Montealba ¿no es así, Calisto?
-
Sí,
soy su hijo.
-
Un
gran hombre tu padre, un gran hombre y mejor maestro. Un gran historiador, de
verdad. Lamenté mucho su muerte, le debo
mucho a tu padre, mucho de lo que pienso se basa en sus ideas de la libertad y
la comprensión de las reacciones humanas, eran casi perfectas…
-
Sí, señor, un gran hombre. Querrá decir su
ideal de la libertad, Duque.
-
Ah¡
sí, su ideal…Ideales no son lo mismo que ideas, muy cierto, Calisto. Cuando
regreses ve a mi casa, si vuelves con la mujer, quitale el brazalete y corta su
cabello, los estaré esperando. Si vuelves solo igualmente traeme el brazalete.
Me contarás lo que te haya dicho, si es que sobrevivió, si no vuelves, no me
extrañaría, correrás un enorme peligro en la grieta… Ahora vete ya, vete antes
de que anochezca. Espera, toma, llévate estos guantes, te harán falta. Las
piedras son filosas. Esperaré a que te
alejes lo suficiente y haré sonar mi cornete para que me ubiquen mis guardias…
-
Duque,
usted sabía que yo estaría aquí, ¿no es cierto?
-
Si,
leí el informe de Rupio sobre movimientos en este cuadrante treinta y uno de la
grieta. Decidí seguirlos. El incidente de hoy fue solo una casualidad si eso te
deja más tranquilo. Pero en cierta forma provoqué con mi decisión de que tú
fueras el que se ocupara de inspeccionar la zona; y que esto haya sucedido…Uno tiene la posibilidad de escribir un porcentaje del destino, según la capacidad de organización mayor será la incidencia. Eres
un gran guerrero, el mejor arquero que se haya conocido en la historia de
ciudad capital; y un hombres de convicciones fuertes. Sabes lo que está mal de
nuestro sistema…
-
Si,
y desgraciadamente tenemos más cosas malas que buenas y que por cierto
deberíamos cambiar.
-
Estoy
de acuerdo, estoy de acuerdo. Debemos cambiar las cosas, pero para eso debemos
torcer el rumbo de nuestras costumbres, no podemos hacer cosas buenas si
practicamos cotidianamente cosas malas.
-
y
si cada una de esos cosas malas a su vez las castiguemos con más y más multas
infracciones vamos haciendo más perverso al sistema. Bueno, debo irme No me
queda otra cosa más que confiar en usted, Duque. ¡Ah¡ otra cosa, Rupio me está
esperando en el refugio de la colina roja y…
-
No te preocupes. Pasaré por allí y lo invitaré
a mi casa unos días. Dirá en su informe que regresaste a tu hogar, eso te dará
unos, digamos, diez días de tiempo para tu propósito. Hay artículos del código
de procedimiento que te avalarán, hay tantas leyes, que si hay un motivo de
estado, hasta es lícito matar en cualquier circunstancia.
-
Gracias,
Duque.
-
No me agradezcas nada hasta verme
cuando regreses…
………………………
Estaba del otro lado. El corazón de Calisto latía fuertemente
a punto de salírsele de la boca. Era de noche. Los brazos le dolían horrores.
Sintió desgarros en varios músculos. El reflejo de la luna llena iluminaba la
colina. Apreciaba esa claridad gracias a transitar por más de dos horas en
completa oscuridad. Miró desde allí
hacia su territorio. Se veía muy parecido a este lado de la grieta donde ahora
estaba parado aspirando aire fresco para
sus pulmones. Las colinas eran más prominentes, pero era la misma tierra, el
mismo aroma, las mismas estrellas; y Allí estaba ella. Había cambiado de
posición, ahora su cuerpo estaba boca arriba.
Se acercó lentamente, tratando de hacer algo de ruido arrastrando los
pies. Ella giró la cabeza casi imperceptiblemente para mirar por el rabillo del
ojo hacia donde estaba Calisto. El se percató de ello. Esta viva – pensó- está
viva. Se sentó a unos escasos brazos de
ella. - Ey¡… ¿me escuchas?. Soy Calisto…
Mi nombre es Calisto… dijo en voz baja lo más suave y amigable posible – ey¡
escúchame, no sé si me entiendas… ¡ey¡, escucha: ¡¡Litarbes¡. Litarbes¡¡ repitió Calisto con más volumen. Ella abrió los ojos lentamente y susurró ¡Litarbes¡ . Calisto se acercó lentamente, hasta estar a un brazo de
ella, quien extendió su mano que estaba metida dentro de un morral multicolor.
Con mucha dificultad tomó en su mano un rollo de papiro pequeño pero grueso y
una bolsita de cuero. Cuando Calisto tomo su mano ella abrió el puño lentamente
entregándole esos objetos que él guardó inmediatamente. ¡Litarbes¡ susurro – el
unió sus manos con los pulgares y asemejo un movimiento de alas de pájaro…
Litarbes, susurro Calisto… Litarbes… susurro ella riendo tímidamente con los
ojos llorosos… Libertad dijo él. ¡ Libertad¡¡ - libiertate – repitió ella
– Libertad, corrigió él. Litarbes
libertad…. Ella Señaló con su dedo hacia el norte y pronunció Mousulec. Miridanci, dijo señalándose. Volvió a señalarse y dijo Miridanci. Señaló
nuevamente hacia el norte. Mousulec, ¡Dinsoni, Dinsoni, Dinsoni¡, repitió
tomándose uno de los pechos. Miridanci
litarbes Mousolec, ¡Dinsoni¡¡ luego señalo su brazalete, tocó cada uno de sus símbolos y en cada uno de ellos
señalaba con sus dedos índice y mayor sus ojos, especialmente el símbolo del
niño mientras decía ¡Dinsoni – Litarbes –
susurró; y ya con dificultad para respirar dijo por último: Mirindanci Litarbes
agratie¡ señalando hacia la grieta haciendo luego gestos con sus mano como
indicando que la arrojara allí, una y diez veces, hasta que él le hizo el gesto de haberla
entendido. Le miró fijo esos ojos llenos de verde – Calisto
asintió con la cabeza y repitió
señalándola y señalando la grieta diciéndole: Tú, agratie. Ella le respondió
afirmativamente con el movimiento de su cabeza – te quitaré el brazalete – le
dijo señalándolo con un ademán – ella asintió levemente mientras lo miró de reojo
perdiéndosele la vista, Cerró sus ojos, respiró
profundo, esbozó una sonrisa de labios cerrados y ya no volvió a respirar.
Calisto quedo mirando su rostro pecoso, pequeño y armonioso; de cejas anchas y
nariz pequeña – Murió en paz, se dijo. Se inclinó y besó su frente. Sintió el
perfume de su pelo. – Hasta pronto, Miridansi, dijo susurrando, con lágrimas de
guerrero, de esas sin sonidos, como gotas de lluvia resbalando
en una roca . Tomó el brazalete. Las letras eran muy
similares a las que el usaba en su alfabeto. Leyó claramente Printesica
Miridansi – una corona, una flor, un dragón, un símbolo similar a un ocho acostado,
un niño y las letras CRDM. Lo guardó en su morral. Sacó la bolsita de cuero que
Mirindansi le había entregado. La abrió, contenía diez monedas de oro. Las
volvió a guardar. Rendido Se durmió
profundamente, en paz.
Al amanecer se despertó al lado del cuerpo sin vida de la
mujer. La alzó en sus brazos. Era liviana como una pluma. Se atrevió a besar su
mejilla. Estaba fría. Se asomó a la grieta y sin más preámbulo arrojó el cuerpo
inerme hacia la inconmensurable profundidad. Miró su tierra por unos segundos.
Respiró profundo, cerró sus ojos apretando los párpados con fuerza. Dio media
vuelta y se dirigió hacia el guerrero muerto. Le quitó el morral de flechas, el
arco, una espada, seis cuchillos de lanzar, las botas y la pechera de metal. Luego jaló el boluminoso cuerpo por los pies desnudos y lo
arrastro rápidamente sin mayor esfuerzo hacia el acantilado. Antes de arrojarlo al vacío lo escupió. Dio media vuelta
caminó unos pasos y se sentó en el
suelo pedregoso. Se probó las botas – perfecto – dijo; y Pensó: Ahora hacia el Norte, pronunciando una palabra
masticando poder - ¡¡ Litarbes¡¡
……………
-
¡Regresaste,
Calisto¡. Regresaste¡ Déjenme solo con él, por favor - le dijo el Duque a sus guardias.
-
-
Sí, aquí estoy, Duque lorenzino, aquí
estoy – le dijo mientras estrechaba su antebrazo con el del Duque.
-
Dime, ¿la encontraste viva?
-
Si,
Duque, estaba agonizando, pude asistirla en sus últimos minutos, luego murió
-
¿Quién
era ella?
-
Una
revolucionaria muy importante en su pueblo, perseguida por las autoridades. Una mujer valiente, Duque, muy
valiente…
-
¿
trajiste su brazalete?
-
Sí
duque, aquí esta – Calisto metió la mano en su morral y saco el brazalete de
Mirindanci. Cuando Lorenzino intento tomarlo Calisto lo atrajo hacia sí.
-
Calisto,
muéstrame el brazalete, por favor, dijo el Duque cortesmente y suplicante.
-
¿no
le interesa saber más de esa mujer, Duque?
-
No
digo que no me interesa, pero creo que si veo el brazalete podré responderte
más preguntas.. Veo tus ojos llenos de preguntas...
-
Antes
contésteme, Lorenzino
-
Por
supuesto, pregúntame, anda, para eso estamos aquí…
-
Claro…
Dígame Duque, hace muchísimos años que estamos divididos por la grieta con el
pueblo del otro lado…
-
Cierto.
muchísimos años, muchísimos, siglos.
-
Éramos
un mismo pueblo con los del otro lado de la grieta- afirmó Calisto.
-
¿Cómo dices? – Su rostro reveló un gesto de sorpresa y a la
vez miedo.
-
Estuve
en Mouzulec. Recorrí sus calles, vi su gente, son como nosotros, Duque, sufren
las mismas necesidades. Además… - Calisto guardo silencio mirando hacia el piso
con los ojos fijos, sin pestañear.
-
¿Además
qué?, Calisto, vamos ya y déjate de misterios¡¡
-
Leí el papiro, Duque.
-
¿El
papiro? ¿dices un papiro? ¿cuál papiro? ¿qué papiro?¿de qué color es ese papiro?
-
Rojo,
rojo sangre
-
¿En
qué idioma fue escrito?
-
En
el nuestro, en forma de romance… no sabía que usted era poeta, Duque…
-
No entiendo cómo llego a tus manos, es imposible…es, ¡no
puede ser posible¡
-
La
princesa Mirandici me lo entregó.
-
Eso
sí que no puedo creértelo, ¿te estás burlando de mi? la princesa Mirandici murió asesinada, envenenada hace más de veinte
años, imposible – dijo ofuscado mientras intento
pararse. Calisto se puso a su lado, extrajo el cuchillo y apoyo la filosa punta
en el vientre del atribulado Duque.
-
No
se mueva Duque. No se mueva o lo asesino aquí mismo. Aquí tiene, mire el
brazalete.
Lorenzino tomó el brazalete con mano
temblorosa, lo observó con detenimiento. Las lágrimas comenzaron a recorrer su
mejilla – baja el cuchillo, Calisto, baja el cuchillo – pidió con voz triste –
no te hace falta conmigo. Quiero mostrarte algo.
-
Está
bien, Duque. Muéstreme. Pero mantendré el cuchillo en mi mano cerca de usted
-
Como
quieras. Acompáñame hasta mi escritorio, ven, mira.
El duque abrió un cofre oculto debajo de una escultura. Saco
un brazalete de oro con incrustaciones de piedras preciosas. Mismo nombre,
mismo símbolos…
-
Printesica
Miridansi – susurro el Duque. Mí amada Princesa…
-
Una corona.
Un reino – dijo Calisto. – éramos un solo reino
-
Así
es un solo reino… Una flor – símbolo de la belleza-
-
un
dragón – el poder de la imaginación, el ser mítico ¿no es así?
-
Sí,
Calisto… el poder de la imaginación…
-
¿Un
ocho acostado o dos círculos pegados?
-
El
símbolo del infinito
-
¡Ah¡
falta algo allí, Duque, falta un símbolo.
-
Es
cierto, falta el niño que esta en el que tu trajiste, dijo el duque con voz
quebrada cerrando los ojos – un niño… repitió; y como derrumbándose, se sentó
en una gran silla.- Ese era el niño, Mi princesita, esa mujer moribunda era mi
princesita ¿no es así?…era mi niña...
-
Lo
siento, Duque, lo siento, era su niña. Ahora dígame
Duque. Las iniciales… tampoco están en el brazalete suyo…
-
Ah,
si las iniciales, me imagino que ya sabrás que significan
-
Sospecho,
vi una firma en el papiro. En su papiro – remarco Calisto – escrito en el
idioma del otro lado, Comanterase
Relucocinari Dequicu Monarticu;
-
que
quiere decir…a ver… dímelo, Calisto.
-
Comandante de la revolución Duque Monartico . ce, erre, de, eme. Dígame Duque ¿realmente
usted no sabía que la Princesa esperaba una hija?
-
Nunca
lo supe, nunca. Todos mis hombres fueron
ejecutados y los aliados del otro lado fueron decapitados uno a uno, todos. Yo fui encarcelado durante más de dos años. Cuando logré escapar supe que mi amada había sido envenenada. Nos
traicionaron los fundamentalistas. Ellos tenían pensado recrear un sistema no
muy distinto al imperante en este lado de la grieta, pero basado en otra forma
productiva donde el estado fuera el ojo que todo l,o miraba, todo lo sabía y
todo lo controlaba. Una minoría selecta nacida de una mayoría popular que se
autorreferenció como los hijos del
pueblo; más o menos como aquí, los hijos
de la nobleza… Nos usaron para
destronar a sus propios nobles. Crearon una contrarevolución: copiaron nuestras
ideas y nuestras consignas y las aplicaron formando otra nefasta Casta, tan o
quizás más cínica que la nuestra. Diría más, ellos supuestamente eran como los
del pueblo, sus iguales. Nosotros nunca nos adjetivamos eso, decimos no somos
iguales pero los amamos, somos sus guías. Supongo que provenir del pueblo
requiere de más sensibilidad hacia los propios… dos formas de ser farsantes,
pero me quedo con la nuestra, es levemente más sincera.
-
Eso
no fue escrito en los libros de nuestra historia
-
Por
supuesto que no; y de eso se ocupó tu padre, él relató otra historia donde
recreó una casi fantástica reseña sobre
la misteriosa desaparición de doscientos nobles que intentaron cruzar la
grieta.
-
Donde
solo Usted se salvó…
-
-
Donde solo yo me condené a vivir arrastrando las cadenas invisibles de la culpa
por la derrota.
Calisto escucho absorto como el duque le revelaba
algo que jamás habría pensado de su propio padre, que mintiera tan brutalmente
para ocultar la verdad sobre la muerte de aquellos hombres recreando un relato
para que el pueblo los venerara.
-
No
es momento para pensar en mi padre ahora…- dijo Calisto evidentemente perturbado,
colorado como un tomate por la vergüenza. Eso lo alentó a no andar con
preámbulos sentimentales - Duque, no murieron todos los involucrados en esa
revolución. Faltó una persona, la más insignificante…
-
¿y
qué sabes tú?... ¡perdón, cierto que estuviste allí ¿Quién? ¡por favor dime ¿a
quien te refieres?
-
A
su sirvienta muda, Dinsoni.
-
¡Dinsoni¡
ella no era una sirvienta ni era muda,
era la hermana de Mirandisi¡
-
No
lo sé Duque, eso que me cuenta no supo, no pudo o no quiso explicármelo, ella.
no lo sé. Solo sé que crió a su hija,
Nilita Miridansi y por lo que me
mostró respecto a su mudez, su lengua fue cortada.
-
¡Santo
cielo¡… Nilita, por todos los Dioses, Nilita, qué bello nombre…
-
Hay
algo mucho más importante, Duque
-
¿Más
importante que mi propia hija muerta?
-
Dinsoni
cuidó también a su nieto, Pínteros, que está vivo. Nilita tuvo un hijo en la clandestinidad de un
joven revolucionario, Naunios Abertinego, apodado “el osado niño” que por cierto
tras su asesinato se convirtió en el líder espiritual de ese pueblo.
-
Un nieto... Un nieto vivo…¡ Pínteros¡ Se llama como mi abuelo… Pínteros¡¡ … ¿y cuantos
años tiene? Debe ser un niño. Si no calculo mal entonces mi hija del alma murió con 20
años…
-
Tres
años. Tiene tres años, y lo traje conmigo. Está aquí, en Ciudad Central.
El Duque quedo petrificado
mirando con ojos desorbitados por la sorpresa al escuchar incrédulo semejante
noticia. Su propio nieto en su territorio…
-
¡Calisto
por todos los cielos¡¡ ¿has traído a ese niño a través de la grieta?¿pero, qué locura
es esta?¿eso que hiciste fue andar por
la misma muerte¡ incluso pensé que no era posible que tú sobrevivieras en ese
territorio y mucho menos que fueras y vinieras solo por ese pasaje terrible¡ ¡y
cargando a un niño, nada menos¡¡
-
Dinsoni
me dijo que estaban ya sobre sus pasos; que ese pequeño estaba condenado a
muerte y que era inminente el desenlace fatal; el pueblo murmuraba que existía un hijo del
“osado niño” y el servicio secreto de ese lugar es implacable; me imploró que debía traerlo ante
usted, Duque; y Así lo hice. Por cierto
debo decirle que es muy especial esa criatura. Muy especial, ni un llanto, ni
un solo quejido. Al contrario, en la oscuridad de la grieta me acariciaba la
cabeza para que me calmara; lo traje atado en mi espalda…y…
-
¡Calisto¡
Perdóname que te interrumpa. ¡dónde está ese niño?, ¡por el amor del cielo¡
-
Duque,
antes de traerle debe darme su palabra.
-
¿mi
palabra? De que hablas, que quieres de mi palabra?
-
Que
comencemos nuevamente la revolución, la unión de la grieta, el fin de la
división, que se termine esta locura de mentiras, pobreza, fantasmas, monstruos
inexistentes; campañas de miedo y difamación, especuladores con falta de
escrúpulos, arrastrados y zánganos. Al final somos lo mismo que la civilización
muerta. Destruida por la avaricia, la opulencia y la corrupción de la
conciencia. Al final terminaremos siendo la misma mierda pero sin armas de
fuego, Duque.
-
Tráeme
al niño.-
-
No
sin antes…
-
¡Tráeme
al niño te digo¡ - requirió imperativamente el Duque - debemos prepararnos, esto que tu llamas Revolución; tardará algunos años…
-
Dígale
a sus guardias que regresaré y entraré a su hogar con un niño mañana por la mañana, a las
ocho en punto. ¡Ah¡ y más vale que prepare
un buen desayuno, es capaz de comerse un
caballo¡… como usted, por lo que veo de
su panza…- la sonrisa de Calisto competía con la alegría y la pasión reflejadas
en sus ojos.
……………..
-
Eh¡¡
Pínteros¡¡ dile al Duque el mensaje que me gritó tu madre del otro lado de la
grieta el día del… ¿Cómo es que lo llamaste, Rupio?
-
”incidente de la mujer gritona”
-
Ese,
recítalo Píndaro, por favor te lo pido - le rogó Calisto al joven, mientras
cortaba una manzana con su enorme cuchillo.
-
¡Ah
sí¡¡ Escucha¡ te lo diré en los dos idiomas, abuelo¡¡ escucha¡ - dijo Píntaro , con una sonrisa, mientras de un ágil salto se paró en la gran mesa de roble.
-
¡¡
unanomius unanomius¡¡¡ Litarbes Litarbes¡¡ Maudines¡¡ intrenso¡¡, ¡¡tanis et
mopularineros¡ tanos seten aerdu¡¡¡ mapularineros¡¡¡ tantis macalinos etus
duplo et greatos e prejneius nidonatis set dis dunde dac dalos¡¡ ¿dimeoides et?
¿Dimeoides et? ¡noy Printesica Miridansi
¡ unanomius unanomius¡¡¡
¡Unámonos, unámonos¡ están
manipulando todo este inutil enfrentamiento. Somos manipulados¡ Pergeñado por las Castas
dominantes de cada uno de los lados ¿¡me escuchan ustedes? ¿Me escuchan
ustedes?... Soy Pínteros, hijo de
Abertinego y Mirindanci nieto del Comandante revolucionario Duque Monartico
¡unámonos, unámonos¡ ¡luchemos por nuestra Libertad¡. ¡Libertad¡
-
¿Eso último lo agregaste tú,
Pínteros? ¿tú agregaste esa arenga, jovencito?
-
Si, abuelo.
-
Tremendo. ¡ Calisto¡ creo que comenzó la
revolución antes de lo que yo esperaba.
Ruben Bassi.
Ruben Bassi.
Comentarios
Publicar un comentario