No te asustes. Estas pensando.

La humanidad: una especie en constante actitud de  búsqueda de cosas que nos conmueven para gozar de alguna manera,  de nuestra existencia.
“Conmovidos” Vivimos esperando un cambio;  Mágico, fulminante,  milagroso;  caótico e imprevisible. Eso esperamos,  quienes están o estamos más desesperados y con esperanza de que  fuera de la manera más rápida.
Los dioses, el final del arco iris con la olla llena de oro; o el rayo fulminante, que justo cae sobre el recinto donde se juntan los corruptos a pergeñar nuestros males;  ¡ O un líder proverbial y poderoso que impone orden y justicia!.  
Aún,  en un estado mental alterado por algún estupefaciente o el alcohol, soñamos un cambio.
Nada estático, nunca nada quieto, siempre el movimiento  transformándose en más movimiento; ¿Por qué habremos de ser, entonces, distintos a la dinámica cosmogonía de las cosas?.
Sufrimos de “frenesí”, de  toda la existencia que nos rodea   
Nuestras circunstancias están signadas por cuestiones producto de nuestros propios errores,  que a veces se nos escapan de las manos;  y a veces, hasta  nos parece que nos son impuestas por designios insondables.
Son los tiempos de Dios, dicen los creyentes. Es el destino hacia la “nada comprensible”, dicen los ateos. Es lo que vemos e imaginamos que pudiera ser; El todo es posible, inclusive la creación, para los que dudamos hasta de nuestra propia existencia.
Imaginemos solo por un instante en este maremágnum de cuestiones físicas y metafísicas de lo inconmensurable e infinito, a  la figura, la pintura, el video que nos muestra donde estamos trasladados de aquí para no sé dónde, como pasajeros con licencia rodeados de otras millones y millones de formas de vida que interactúan con nosotros, sin la preocupación del ¿”de dónde venimos”?
Conjeturemos sobre nosotros, parados en una esfera  frágil y vulnerable; en esta  arca de forma geoide a la que llamamos Tierra. Mirémonos por un instante en estado continuo de rezo y plegaria; con la mente en continua actitud pensante,  mezclados y  participando activamente en una gran y enorme mayoría de la especie a la que pertenecemos,  en la búsqueda, a veces  hasta  desesperada, de  calorías alimentarias, agua para vivir y medios para que nuestro calor corporal nos permita andar y trasladarnos de un lado hacia el otro a bordo del arca redonda; y hasta en su periferia del espacio exterior.
Sobrevivir. Vivir, desesperadamente, vivir. El mandato.
En semejante situación de continua zozobra que nos angustia hasta provocarnos pasajeras locuras, (algunas más peligrosas que otras, por cierto) hay actitudes distintivas tan especiales,¡ tan absurdamente simples!,  que me conmueven profundamente. Miro a mi alrededor y veo humanos que han sufrido la desgracia de la discapacidad física,  en algunos casos,  provocadas por imposición de la naturaleza y en otras, por las desopilantes aventuras de conquista de territorios científicos y ocupación geográfica. Decía, veo  a esos seres humanos, con enormes dificultades,  ayudando a otros humanos que no las tienen; que a su vez llevan de la mano a otros humanos que inclusive carecen de la razón aparente y estereotipada de la noción de la realidad de quien los ayuda.
Me conmueve ver en este conglomerado de siete mil millones de seres a quienes creen que es posible un mundo ideal, donde nadie pase hambre y miseria;  a aquellos que ven a la naturaleza como un todo armónico en un sistema virtuoso y equilibrado, mientras a su alrededor ven suicidios colectivos de humanos destruidos por sustancias tóxicas que consumen para escaparse de la realidad o para recrear otra realidad paralela de una corta vida con estados alterados de conciencia.  
Me conmueven, las cosas humanas.  Todas;  también,  las catalogadas malas por el códice de la vida; que me llenan de una profunda y casi intolerable tristeza.
Me conmueve; Verte jugar y mecer
En la fina rama; Sin importarte caer
En la absurda nada de la existencia
Me conmueve ese tan breve instante del dar sin pensar; ese brevísimo instante que dimos por necesidad en lo cotidiano. Creo que allí, en esas actitudes,  están las primeras manifestaciones  genéticas de la evolución hacia una especie por venir: el “hombre solidario” 
“A cada mal, una nube de molestas mosquitas del bien lo rodea”.
Por cada deplorable codicia, mil manos se tienden.
Por cada muerte mil vidas.
No te angusties cuando no entiendas;  hazlo cuando no sientas.

 

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