Ella.



El impacto fue brutal. ¿La moto?, a unos  cincuenta metros de donde yo había caído, hecha pedazos, destrozada. Dudo que esa moto vuelva a rodar, me dije. Traté de mover el cuello. No lo conseguí, me dolía mucho; así que abrí lo que pude los parpados para que mis ojos observaran más claro el panorama. Pude mirar a medias, pues el casco que tenia todavía puesto en mi cabeza estorbaba mi visión. Solo podía mirar hacia el frente y un poquito hacia arriba.  Eso sí, veía perfectamente. Por tener cerca de mi vista, con el ojo que tenía  cerca del suelo, vi yuyitos y unas hormigas negras y grandes que acarreaban pedacitos de hojas cortadas. Una de ellas, fortachona, llevaba un pétalo entero de margarita a escasos centímetros de un charquito rojo, al parecer de mi sangre,  que cada tanto salía de mi nariz. Me sorprendió  la fuerza de aquel insecto; otras hormigas, que iban en sentido contrario parecía que se paraban para mirarla... digo parecía por que no se si las hormigas ven;  ¿verán las hormigas?, me parece que algunas más o menos;  no sé si les hace falta ver como lo hacemos los humanos… pero Creo que estaban  tan sorprendidas como yo esas otras hormigas...¡ ahí va la fortachona!...si hasta creo que hacía alarde de su fuerza meneando su culito negro de aquí para allá...
Tosí, y me dolió el pecho. Mucho. Escupí sangre justo cuando pasaban otras hormigas cargando palitos verdes  que quedaron bañadas con un rocío sanguinolento y pegajoso. Abrí mis ojos nuevamente, y allí, justo frente a mi,  apareció aquella cosa sin forma,  media amarillenta, con tonos violáceos,  que emanaba una especie de luz, por así decirlo; como fosforescente,  para ser más preciso. Latía. Inmediatamente asocié ese latido al de mi yugular. Perfecto. El movimiento de esa cosa era sincrónico con el latido de mi corazón. Trate de mover el brazo y acercar mi mano hacia eso;  No pude, lo tenía debajo de mi estómago, apretado contra el piso, insensible. El otro brazo, roto, retorcido. Esa cosa parecía que me miraba. De alguna forma,  eso,  me estaba observando, aunque no tenía ojos; y sentí que desesperadamente; si eso los tuviera seguramente habrían estado abiertos como platos con la expresión de cuan asustada estaba. Me viene a la mente la imagen de los ojos de una actriz de aquella película muda del Golem ¿quien era?. El golem, que loco.
Se me ocurrió hablarle a aquello que tenía frente a mi. Solo un balbuceo incomprensible salió de mi boca. Eso que quise preguntarle fue un: ¿me escuchas?, intente nuevamente, Imposible, no coordinaba mi lengua con lo que pensaba.
- No te esfuerces, me dijo con voz barítona. Esa masa informe, sin rostro  se estaba dirigiendo a mí, la sentí en mi cabeza como si me estuviera hablando. -No trates de hablar. Pensá, solo pensá,  que yo te percibo - me indicó amable. 
-        Bueno-, dije;  y pensé: Me hice mierda.
-        Nos hicimos mierda, dirás. Los dos, vos distraído y yo sintiendo la sensación de la velocidad. Combinación perfecta para la catástrofe.
-        Me veo muy mal ¿no?
-        Sí.  Por lo que puedo observar, tu pierna izquierda tiene el pie con la punta de sus dedos  mirando para arriba, y vos, estás boca abajo; y por el bulto debajo de tu remera observo que tu clavícula esta salida para afuera. Tu nariz esta ladeada hacia la izquierda, feo. En tu frente un chichón como cuerno.
-        Estoy destrozado.
-        Sí.¡ Hasta sangre por la oreja  te sale!. Malo eso, muy malo. Decime, ¿y yo como me veo?
-        ¡¿Qué se yo?¡, ni se lo que sos;  pero ahora que te observo con más detenimiento creo que estas resplandeciendo menos que hace unos minutos. Inclusive el color violeta está desapareciendo. Ahora te están apareciendo manchitas blancas, más luminosas.
-        Si no hacés algo nos morimos.
-        ¿Así como así?
-        Si.
-        ¿y que debería hacer yo para que no nos muramos?
-        Meterme dentro tuyo otra vez.
-        ¿Cómo meterte dentro mío?
-         Por lo pronto, al menos,  intenta moverte hacia mí. Por cada centímetro que vos te acerques yo me acercaré hacia  vos la misma y exacta distancia. Así que,  arrastrarte hacia mí.

Lo hice. Intente con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo no me respondía.  Frente a mí, esa cosa   me suplicaba y me alentaba a los gritos,  una y otra vez;  y  que retumbaban en mi cabeza: -  ¡Vamos que podes! ¡Vos sos fuerte!;  Pero nada, ni un milímetro pude moverme. Tengo frío, le dije, temblequeando.
-        Sonamos, tenés frío. Me parece que nos morimos, entonces. Además tu corazón está latiendo más lento, más débil. Tengo  tu miedo…
-        ¿...y vos no podés venir hacia mí?
-        No, imposible, yo me muevo si vos te movés. ¿entendes?. Pero si lo intentas nuevamente quizás puedas; aunque te podría costar la vida, claro.  Tenés el cuello roto. Hay una hematoma enorme debajo de la oreja. Por lo que veo lo único que podrías intentar hacer es apoyar el codo de tu brazo derecho en el piso y la rodilla de tu pierna derecha haciendo de apoyo.
-        Bueno. Lo voy a intentar. ¡quiero vivir! - dije con la congoja del miedo en la garganta.
-        Yo también, por así decir;   si vos querés, claro.
-        Ahí voy, uno, dos y… a propósito, vos, ¿ qué sos?, ¿quién sos?
-        Alma. Me decís alma;  y cada tanto me nombrás y te acordás de mí. Mucho gusto.

Ruben Bassi.
El moño
                                         https://www.virtualgallery.com/galleries/guadalupe_ance_a45812/desde_el_alma_s5958/el_mono_o75664

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares