será justicia.


Le pego cuatro piñas seguidas en el medio de la jeta;  brutales,  sin clemencia. El negro que las recibía estaba sin pantalones, con las bolas al aire;  sangraba como una yugular de chancho  cortada con un hacha  de carnicero. El golpeado no podía respirar de tanto que sangraba por la nariz. Tenía los labios, cejas y pómulos  reventados por los puñetazos; y a esa altura de la golpiza había perdido los incisivos. El otro negro, su contrincante-verdugo, más fortachón pero más petiso le dejo tranquila la cara para comenzar a golpearle la zona abdominal, en  el hígado y el estómago. Una, dos tres, cuatro, cinco , seis,  siete; no paraba de darle trompadas en la panza. Hasta que el negro sangrante más alto pero más flaco cayó como sin huesos de rodillas en el piso, con las  manos temblorosas y brillantes de sudor y sangre apoyadas en las rodillas de negro más petiso.  Ladeó hacia arriba  la cabeza; y con  lo que le quedaba del ojo izquierdo lo miro de rabo y sorpresivamente le guiño el ojo y  al instante  le dijo: -  puto y cornudo sos.  Intento escupirlo, pero el negro que estaba parado,  dio un paso atrás para dejar de ser el punto de apoyo de la  humanidad del otro negro todo roto  que se aferraba de sus pantalones. Lo miró detenidamente al que estaba en el suelo; y usando el pulgar como una mira,  con el brazo estirado,   apunto con precisión, al parecer  con la firme intención de darle una feroz patada en la cabeza del caído, ahora más caído,  desparramado, con los brazos y las piernas boca abajo en el suelo. Retrocedió y tomo distancia suficiente para darse impulso.
– Pará¡¡ le grite. Se sorprendió por breve instante al verme, para rápidamente volver a tener ese gesto horripilante caracteristico que te provoca el ansia de la violencia desatada.
-        ¿Por que?  ¿Por qué tengo que parar de golpear a esta basura humana? ¡ Hijo de puta!; Qué,  ¿sos amigo de este engendro? ¿ mulatito? - Dijo,  mostrándome unos dientes blancos que vi como colmillos del miedo que yo tenía y  que corrió por mi espalda.
-        ¡¡No, no,  no!!-  respondí apresurado y tartamudeando - no lo conozco, pero creo que si le pegás una patada en la cabeza lo matás, ¿entendés? Lo matás. Este tipo ya recibió suficiente…
-        Encontré a esta mierda violando a mi hija de siete años…y vos me querés parar?
Lo mire fijo por unos segundos, baje la vista, cerré los ojos. Di media vuelta, abrí los ojos comencé a caminar, cuatro pasos.  Me detuve  al lado del caído que balbuceaba barbaridades, lo miré fijo por unos segundos. Me miró, trato de sonreír  para congraciarse. Miré al cielo plagado de estrellas ,aquella luna que iluminaba tenuemente el caminito en medio de la espesura del bosque. Respiré hondo,  mire al suelo y  volví a mirarlo. Cerré los ojos. Abrí los ojos. Me di vuelta,  Miré al negro furioso que resoplaba como un toro. Volví a mirar al caído. Di media vuelta y comencé a caminar, uno, dos, tres, cuatro, cinco pasos… diez pasos. Escuché un ruido seco, como el  de un hueso partiéndose,  un suspiro agonizante. Seguí caminando, despacito. Otro ruido de hueso roto, segundos de silencio; para dar paso, a un grito doliente, feroz, brutalmente expresivo. Luego un llanto profundo. Después,  alguien corriendo entre la espesura, sollozando.
Esa noche, solitaria, de regreso de la plantación,  yo,  un joven sirviente;  un pobre siervo de un juez español,  presencié la ejecución y  muerte de un hombre, un homicidio  según los leídos; y  Fui juez por breve instante;  y dicte sentencia, también yo, como mi patrón,  y sin saber escribir.  

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