Esperanza
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Si
tenemos esperanza todo nos daremos.
¿Cómo
pretender entender la existencia si no la buscas?
Esperanza. Buscamos continuamente a la esperanza. En ella, cuando la encontramos vemos la salida de nuestros problemas. Sentimos tranquilidad, cuando la encontramos.
Mientras tanto, en el transitar turbulento de
su búsqueda surgen las inseguridades, todas, incluidas las jurídicas. En
ese particular y estrecho sendero, estamos solos, tan solos que apenas nos
reconocemos, excitados de incertidumbre. Esa sensación de no tenerla que nos oprime el pecho,
nos cierra la garganta. La angustia del no saber ni sentir.
Cuando no la encontramos, a la esperanza, caemos en un
profundo estado de depresión; que de no mediar la activación de la alarma de la
vida; “el darse cuenta”, nos enterramos como en ese juego de la arena
en la playa, en el campo santo de nosotros
mismos; allí, donde cruces medialunas y estrellas, ángeles, gárgolas, símbolos arcanos y lapidas, son los mojones erguidos de cada una de nuestras ilusiones.
La esperanza es vital para nuestras vidas. Tan primordial es,
que podríamos decir que la vida de esta humanidad depende de la existencia de su
presencia, tan concretamente etérea. Una
deidad, la esperanza. Hete aquí la
cuestión, la razón de vivir, la roca, la simiente de la civilización. En ella, en
su fuerza, nace nuestra necesidad de
saber que existe; que podemos llegar a
tocarle con la punta de los dedos el reluciente ruedo de su capa,
hecha con vellocinos de oro traídos por todos los Hércules de cada civilización, aquellos, sus seguidores más fervientes. Creamos en ella, en la esperanza. Es sabia, es savia. Sigámosle construyendo altares, lugares sagrados, sitios de meditación, zonas energéticas; Continuemos otorgándole colores mágicos, proyectémosla en piedras, animales, metales, objetos sanadores. Mencionémosla en cada escritura, poema, verso, canción. Démosle la potestad sobre nuestra vida. Dejemos que ella sea, la esperanza, quien guíe el timón de nuestro destino, a nosotros, habitantes trashumantes del cosmos. A todos nosotros, cada uno, portadores de propios universos personales, con nuestros mundos, nuestras comarcas. Nuestra habitación. Nuestro pequeño espacio donde nos sentamos a contemplar la existencia.
La esperanza, no es él o ella o aquel. Está en el más allá de tus sueños. Es quien da a nuestra inteligencia, nuestra razón, nuestro pensamiento el sentido de nuestra existencia en la vida.
Ruben Bassi
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