Gracias: Jean Jacques Rousseau

Esta época que transitamos, solo es una reformulación de costumbres, un acuerdo, gracias a la tremenda influencia de las redes sociales. Un descomunal avance de la humanidad.
Cinco mil años tardamos en abolir la esclavitud; tiempo en que miles de generaciones vivieron y convivieron así, unos y otros, Libres y esclavos. Sojuzgados y sojuzgando, inclusive.
Aquí, estamos, “arriero somos y por el camino vamos”. Somos parte de un proceso evolutivo que comenzó a moldear sus principios libertarios más significativos, basados en conceptos filosóficos antiguos que debatió las bases de la ética y la moral, la creación, Dios, el bien , el mal, la razón, la materia e inclusive la existencia misma. En base a ello, entendiendo el fenómeno de la vida como una cosa única y maravillosa, hace aproximadamente doscientos cincuenta años decidimos, intentamos formatear un modelo de convivencia armónico capaz de soportar el crecimiento fenomenal numérico de la expansión humana por el planeta y sus alrededores galácticos.
Todo llega a su tiempo, y de la mano, generalmente, de una sucesión de acciones conducentes de fenómenos personalistas y de  pensadores, que jugaron de niños entre nosotros y a los que abastecimos de ideas .
Comencemos pues,  a entender este presente identificando a los más reconocidos ideólogos de nuestra Democracia actual. Ellos, al germen de la revolución humana que transitamos: Voltaire, Montesquieu y Russeau en el contexto obvio de entender que sus construcciones imaginarias sociales fueron estimuladas excitadas y abastecidas por los fenomenales descubrimientos de la dinámica de las cosas (gracias Newton) y avances tecnológicos (gracias James Watt) que permitieron dar comienzo a la “revolución industrial”. Generalizando.
“Hubiera creído gustosísimo en la “naturalidad” de los derechos feudales de los nobles si los caballeros naciesen con espuelas y los campesinos con la silla de montar sobre la espalda”; algunos paranoicos poco ilustrados actuales, feroces dinosaurios, dirían: Voltaire es comunista.
“Hay que demoler el viejo edificio de la mentira hay que aplastar la infamia”, clamaba el amigo Voltaire, metiendo en las cabezas pensantes de ese tiempo, hace doscientos cincuenta años la idea de la soberanía de los derechos humanos. De “construir Libertad”; y fíjense que él no habría aprobado la revolución decapitando a la reina; Voltaire esperaba un cambio de régimen; no  la revolución, a la que temía;  él esperaba un monarca Filósofo, magnánimo e ilustrado. Un hombre bueno.
 ¿En cuanto a Montesquieu?, un noble, él. Admiraba el régimen parlamentario inglés. Pensó una burguesía francesa que influenciara en la política de su país, conservando la monarquía, pero de tal modo que compartiese los poderes con la nobleza y la burguesía nacional. Lo que él preconizaba era una monarquía constitucional, es decir un régimen monárquico en el que hubiese una Constitución que afirmase la participación de la nobleza por el conducto parlamentario. Estos dos fantásticos pensadores, no se preocupaban más que de limitar los desatinos, brutalidades y locuras desopilantes del monarca de turno, y en cierta forma reconocer que Cromwell fue un fenómeno.
 Pero a este dúo “pro monarquía bondadosa y controlada”, se le sumó el leviatán del pensamiento de la época (estamos hablando del siglo XVIII); El portador del virus letal de la modernidad. Creo que todos los burgueses y capitalistas deberíamos de recordar y en cierta forma “adorar” a Jean Jacques Rousseau: “El poder tiene que pertenecer al pueblo, el cual tiene derecho a elegir la forma gubernamental que más le plazca y que debe poder resolver por sí, y no por intermediarios, los problemas del gobierno, en el curso de reuniones que agruparán a todos los habitantes de la nación”. Para lograrlo, aconsejaba que en vez de formar grandes Estados se viviera en pequeñas comunas, cada cual con su propio gobierno. Un grande de verdad. El principio de la sociedad que todavía queremos y debemos construir. Todo lo demás, en el transcurso de estos doscientos cincuenta años fue una gran discusión de Economistas al servicio de burgueses, productores, banqueros, financistas y comerciantes, tratando de acomodarse en el “Mundo Rousseau”.
¡Calma queridos zurdos¡¡ Marx y Engels; ya se, ¿Cómo no incluirlos en el “top Five” de los constructores de este presente que se extiende hacia el futuro?, ellos, metieron a los trabajadores en la discusión, a nosotros, digo, a mí. Fueron para la “masa de invisibles” lo que Rousseau fue para los burgueses. Ellos le dieron entidad y voz Al músculo. Latigazo que dio fin a las formas esclavistas conocidas hasta el momento.
Entonces, digamos que a partir de estos cinco personajes, Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Engels y Marx, los que acompañaron y acompañamos, moldeamos el presente. Todos los personajes y acciones que transcurrieron en estos doscientos cincuenta años se fundamentaron en estas piedras basales de la modernidad; todos ellos, los leviatanes y los salvadores con gorra y sin ella, los personalistas y los librepensadores ; incluidos tiranos, caudillos, Conquistadores o su variante de Conductores, Lideres, Libertarios, formadores de regímenes, imperios, formas productivas, participación, fronteras, explotaciones. Todos. Incluidos los de oriente, con todas sus particularidades son hijos de estos conceptos.
  Por eso mis queridos lectores, nada de lo presente es distinto al camino trazado hace casi tres siglos. Esto es lo nuevo,¡ estamos transitando lo nuevo ¡; y Todos los signos indican que vamos hacia una humanidad que entienda el poder de otra manera. Vamos hacia la transformación del poder; El del presente, basado en la acumulación de riqueza para poder comer y generar recursos que permite existir a algunos y subsistir a otros; y morir a muchos, todavía. Digo, hacia el otro poder, el de aplicar la fuerza productiva en pos de la expansión del conocimiento espiritual- filosófico- científico, donde el derecho de vivir y realizarse esté  garantizado por el sistema, es decir, por cada uno de nosotros unidos y solidarios.
En ese camino entre uno y otro concepto, seguramente, aparecerán modernas y transitorias aberraciones y monstruos; las paradojas y las singularidades, nuevos vellocinos de oro. Nada no es dado sin la famosa prueba y error. Pero el camino es inexorable, de no mediar algún fenómeno celeste de exterminación total.
Creo en el hombre que fue capaz de abolir la esclavitud; este que somos, luchará por nuevas consignas soberanas. El hombre bueno prevalecerá.
  ¿Nosotros? Solo somos un puente hacia otro puente, que cruzan los ríos de la existencia.

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